Pensamientos de un Aventurero Cósmico.

martes, 17 de octubre de 2006

Miedo

Tenemos miedo. Miedo a arañas y serpientes, miedo al fracaso, miedo a no saber qué decir, miedo a no conocer lo que nos depara el porvenir, miedo a perderlo todo, miedo a la muerte. Tenemos miedo a un montón de cosas, y eso nos hace infelices.

En ocasiones el miedo nos hace actuar de forma adversa, siendo nuestra respuesta perjudicial. La mejor reacción al problema se ejecuta desde la serenidad, teniendo una visión clara del problema, desde una perspectiva global. Así, la actuación instintiva del miedo nos priva del beneficio final de una acción meditada y suficientemente precavida.

El miedo nos previene de sufrir situaciones peligrosas, y no cabe duda de que actuar de forma temeraria reduciría de forma drástica nuestras esperanzas de salir con vida de muchas situaciones. Cuando no existe la meditación previa, el miedo es el único salvavidas del que podemos echar mano.

Pero lo más grave del miedo es que puede ser utilizado para el beneficio de otros. Muchas veces nos inculcan ese miedo; nos hacen creer que no estamos seguros, que vivimos ante incesantes amenazas y que no se puede confiar en nadie. Así se gesta en las personas ese sentimiento egoísta y desconfiado que finalmente no beneficia a nadie, salvo a aquellos que lo inducen, entre bastidores. Se llevan a cabo maniobras políticas para apoyar guerras con el pretexto de que aquellos a los que se invade suponen una amenaza, un peligro. Se insta a la gente a que se entreguen en cuerpo y alma a la causa de hacer prosperar a una nación a cambio de una pacífica y placentera jubilación, muchos años después.

¿Y qué es una nación? ¿Es realmente tan sólido un estado? Naturalmente, eso es lo que nos dicen. Nos identifican con una nación para que sintamos el orgullo de ser de esa nación. El estado es robusto porque todos nosotros construimos sus murallas, ladrillo a ladrillo. Y eso está bien: todos deseamos una existencia placentera, sin conflictos, sin precariedades, sin inestabilidad. No obstante, la forma que tienen para educarnos en esos valores es el del miedo, y por consiguiente, nace de ahí la desconfianza que desencadena luego todos los conflictos de la Humanidad.

El miedo no es el camino. Ama a tu prójimo: esa es la ley. Todo lo demás es veneno.