(NOTA: Lo que sigue no va dirigido a ninguna persona en concreto, ni pretende ser una reacción a algún evento conmemorativo reciente. Simplemente es algo que se me ocurrió para expresar, de forma abstracta, que el deseo de libertad finalmente vence a la opresión.)
Estas muerto. ¿Y ahora qué?
En vida fuiste un temible dictador, revolucionario y despiadado. Eras también muy elocuente, pero tus palabras han volado con el viento; ahora no son nada, pues apenas persiste su eco sólo en la mente de unos pocos ignorantes nostálgicos. La gente se congregaba para oir tus discursos, portaba los emblemas de tu régimen y entonaba los cánticos de tu partido hasta la saciedad. ¿Y qué? ¿De que sirve ahora?
¡Fíjate! Mírate bien. Observa como la putrefacción avanza, como tus huesos pronto se quedarán al desnudo dentro de ese féretro en el que tus más acérrimos seguidores te han guardado. ¡Tanto empeño han puesto en embalsamarte para nada! Tu destino es ser polvo.
Y eso es lo único que serás, porque siempre has sido eso: carne en contínuo estado de putrefacción. No hay alma, no hay espíritu. ¿Y tus ideologías? Todo aquello solo era palabrería bonita para embaucar a los más ingenuos. Y para los más avispados disponías de otro método: la violencia.
Pero ahora ya no puedes matar ni una mosca. Estás muerto, no lo olvides. ¿A quién vas a imponer ahora tu fuerza? ¿A quien vas a persuadir ahora con tus discursos sin sentido? Ya no tienes quien te siga el juego. Los pocos que dicen guiarse por tus ideas pronto serán disidentes. Pronto se cambiarán de bando, porque desean vivir libres; están hartos de obedecer tus órdenes sin rechistar. Ahora es su momento. Ahora es nuestro momento. Tu época de gloria ya pasó.
Descansa en paz. Y feliz inexistencia.
Pensamientos de un Aventurero Cósmico.
sábado, 11 de noviembre de 2006
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