Esta historia que voy a contar aconteció en mis tiempos de bachiller, cuando para la clase de literatura nos habían encomendado, a un bien querido amigo y a mí, la tarea de producir los efectos sonoros para una obra de teatro. La obra trataba sobre la guerra, y eran precisos sonidos de disparos y bombas. Vale decir que por aquel entonces los recursos tecnológicos que se hallaban al alcance de dos mozalbetes, hijos de la clase obrera y acunados en una época pretérita al boom de Internet, no eran en absoluto abundantes. Era, por ende, un reto considerable lograr unos efectos sonoros realistas con los prácticamente inexistentes medios que en nuestro haber se hallaban.
Haciendo gala de un gran ingenio, recurrimos a una vieja máquina de escribir para recrear los disparos de ametralladora y a una serie de portazos para emular las bombas. Naturalmente, esto distaba mucho de ser lo suficientemente realista como para presentarlo en clase sin morirnos de vergüenza, pero contábamos con un increíble recurso: materiales de muy baja calidad.
Habíamos grabado dichos sonidos con un viejo radiocasete, registrando varios minutos de «mecanografía» y portazos en una cinta grabada y regrabada mil veces antes. La pésima calidad de la grabación distorsionó de tal forma los sonidos que éstos se parecían ya a auténticos disparos de ametralladora, y los portazos eran verdaderamente explosivos. No obstante, el «proceso» no terminaba ahí.
Una última operación se hizo con aquellos sonidos. Era necesario pasar esa grabación a otra cinta para así juntarlo con los otros efectos de sonido que se utilizarían en la representación de la obra. El problema es que entre nuestros humildes recursos técnicos no se hallaba ningún aparato reproductor y grabador de casetes de doble pletina con el cual hacer la copia. De modo que lo que hicimos fue lo siguiente: acoplamos dos radiocasetes, situando el micrófono del aparato grabador lo más cerca posible del altavoz del que reproducía los sonidos. Durante el tiempo que duraba el proceso de réplica hacíamos esfuerzos inhumanos por no articular sonido alguno; permanecíamos inmóviles, casi no respirábamos. Rezábamos para que nada ni nadie irrumpiese en la habitación en la que estábamos. Finalmente lo conseguimos: habíamos logrado pasar los sonidos originales a esa segunda cinta, añadiendo de paso un poco más de distorsión.
Al escuchar la segunda grabación el efecto era todavía mejor, mucho más realista. Los disparos se oían con diferentes intensidades y con un sonido más opaco; más parecido a un disparo. El sonido de las bombas daba la sensación de que algo explotaba a lo lejos causando un estruendo propio del derrumbe de casas y edificios. Fantástico.
Pensamientos de un Aventurero Cósmico.
miércoles, 2 de mayo de 2007
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