Pensamientos de un Aventurero Cósmico.

martes, 8 de abril de 2008

La calidad del momento

¿Qué es el tiempo? ¿Es real? ¿Existe, acaso?

El tiempo no es más que un artificio creado por el hombre para cuantificar de alguna forma la causalidad, la relación entre la causa y el efecto. El tiempo no existe, pues, más que en nuestro intelecto.

Si el tiempo no existe, entonces, ¿por qué tenemos horarios, fechas, aniversarios y plazos? ¿No son todas estas cosas falacias, dado que el concepto en el que se basan es irreal?

Es fácil afirmar que también todas esas imposiciones temporales son, en verdad, ilusorias. No obstante, dependemos de ellas ―de hecho, somos adictos― para poder realizar nuestras tareas. Dependemos de los horarios de autobuses, metros, trenes, aviones y barcos para desplazarnos, para viajar. Dependemos de las fechas y los aniversarios (¡vaya cosa!) para celebrar nuestros encuentros y fiestas. Dependemos de los días de la semana, de las horas y de los minutos para hacer nuestro trabajo. «Ocho y dos ceros significa que todo el mundo tiene que parecer ocupado, diez coma treinta significa que puedes dejar de parecer ocupado durante quince minutos, diez cuarenta y cinco: ocupado otra vez»; así lo narraban en la película "Los dioses deben estar locos". La cuestión es la siguiente: ¿es realmente necesario todo esto?

Posiblemente sea una locura abolir los horarios y los calendarios para, tal vez, recurrir a quién sabe qué sistema para coordinarnos. En la Edad Media se empleaban los campanarios de las iglesias para anunciar «las horas» y, por consiguiente, las diferentes tareas que debían llevarse a cabo en cada momento. Por aquel entonces estaba bien un sistema tan rudimentario, pero a día de hoy es claramente ineficaz, pues la diversidad de actividades y de situaciones que tienen lugar en la vida de cada persona exigen una granularidad más fina y una precisión mayor en el cómputo del tiempo. Es nuestro estilo de vida actual, el que hemos elegido, el que nos hace esclavos, en mayor o menor medida, del reloj.

Sin embargo, ciñéndonos a rajatabla al despótico sistema horario que gobierna, omnipresente, nuestras actividades, hemos perdido algo muy valioso; un sentimiento ya desconocido, una magnitud por el progreso olvidada: la calidad del momento. Cada momento o periodo de tiempo posee una calidad, una propensión para favorecer o no un determinado acontecimiento. Cuando hablaba, al principio, de la relación entre causa y efecto, señalaba la necesidad de cuantificar de alguna forma la relación entre ambos. Cada principio lleva dentro su propio fin, al igual que una semilla lleva dentro de sí a la planta entera. El momento en el que tiene lugar la causa es muy relevante para la exitosa consecución de su efecto; de ahí la importancia de elegir un momento adecuado para provocar esa causa. Es por eso por lo que la gente solía, antaño, darle bastante importancia al hecho de emprender una acción en el momento oportuno.

Cabe, a raíz de este planteamiento, preguntarse si tiene el mismo valor un segundo que otro, aquí o allá. No todos los segundos, todos los minutos, todas las horas valen lo mismo. No es igual de valiosa una determinada hora para llevar a cabo una actividad u otra. Algunas horas son mejores para descansar; otras para trabajar, meditar o alimentarse; en ciertos momentos del día estamos más lúcidos para pensar y en otros lo adecuado es el trabajo físico. Son muchos los factores que condicionan estas decisiones. Son innumerables los elementos externos que influyen en la calidad de nuestros momentos. Por eso es conveniente despertar de ese letargo secular a ese sentimiento perdido y desconocido; aunque esto es algo que requiere mucho entrenamiento.

martes, 1 de abril de 2008

April Fools' Day

Esta vez no tardé mucho en darme cuenta; fue peor en años anteriores...

Resulta que, como de costumbre, me dedicaba yo a darle un repaso a las noticias publicadas en algunas páginas web que yo visito. Le tocaba el turno a www.metalstorm.ee, una web relacionada con la música heavy (y géneros afines) cuando ante mis ojos aparece la peor de las visiones concebibles para un metalero: un disco de la Britney Spears. He aquí una captura de la página:



También figuraba en la misma página el siguiente mensaje:
Hail SATAM
For reasons beyond our control we at the Metal Storm Staff are forced to take a new direction, and this for the sake of the future
of this website. We've only just decided to put it all into place. We refer to the News Section for the dreadful background story
concerning this drastic and dark change. As of today we've become a Blakk Metul only website. The bands archive will remain
as it is so you can save any information you want, but all non-BM bands will be deleted from the archive in the coming days.
After reading about the atrocious things that have happened to Metal Storm, we hope you'll understand the new path we're
taking - and if you don't, you will burn in heaven - but we just wanted MS to become more kvlt and we believe we can
only do that through the grimness of blakk metul.
Sorprendido, ofuscado ante tan kafkiana visión, me pregunté: ¿quién ha sido el imbécil que ha publicado aquí tal cosa? ¿quién osa perturbar el clima obscuro y de tormento que solo los fanáticos del metal pueden apreciar y disfrutar? (Que conste que no tengo nada contra Britney Spears ni contra sus fans; simplemente digo que está fuera de lugar en ese sitio web.)

Pensé que el culpable podría ser algún troll, algún graciosillo, algún cracker —que no hacker—, algún marciano, algún cambio en Matrix o alguna sustancia que me causaba alucinaciones. Luego me di cuenta de lo que pasaba: hoy es 1 de abril.

El día de hoy es conocido también como April Fools' Day, un dia en el que es habitual gastar bromas e inventarse trolas y cuya celebración ha llegado a Internet. Es como nuestro Día de los Santos Inocentes (28 de diciembre), pero en versión anglosajona.

Recuerdo una broma que había sido muy buena y que habían perpetrado los de Google. Anunciaban en una edición pasada del April Fools' Day un producto suyo nuevo que se llamaba Google TISP: Internet a través del WC.

En fin, sólo era una broma. Aunque me hubiese gustado ver ese vídeo de Britney Spears con Dimmu Borgir.

viernes, 7 de marzo de 2008

Tontería

Esto es una tontería, cierto. Pero a la gente le gustan las tonterías, en este mundo de locos. Todo sea por hacer llegar un poco de humor —al menos se intenta— a la gente, para que cada uno alivie un poco sus penas.

Paz y amor.

lunes, 3 de marzo de 2008

Recuperar la inocencia

A veces deseo olvidar. Olvidar que te odio, olvidar el rencor que te guardo. Quisiera disolver el terrible dolor que empapa mi corazón, disipar las penas, eliminar los malos recuerdos. A veces deseo olvidar porque ya mi vida no es lo mismo sin ti, y contigo sería tal vez peor.

Peor por tener la certeza de que acabaríamos mal, odiándonos de nuevo; jugando a la guerra, hiriéndonos. Adorándonos en la luz, traicionándonos en la sombra. Agridulce pasión. Cambiando de cara al verte, forzando una sonrisa, para evitar tus inorportunas preguntas. Mordiéndome la lengua para no acusarte, para no delatar tu mezquindad. Buscando la paz del momento, frágil, quebrantable, pendiente de un hilo. Tratando de aguantar miserablemente una situación que sin remedio va a peor. Cada vez peor. Peor porque la cruda realidad erosiona nuestras ilusiones.

Ilusiones, las de los ilusos. Ilusos somos porque creemos que algún día llegará algo que nos librará de nuestras penas y nos hará felices. ¡Qué ilusos! Las penas seguirán ahí. Tú sigues ahí, como si nada fuese contigo, pero sólo tu presencia me hiere y me atormenta. Eres tan sólo una ilusión, pero no consigo borrarte de mi mente.

Mi mente está contaminada. Contaminada de tu veneno, pero he descubierto el antídoto: tu destrucción. Sé que no eres real; yo te creé. Te necesitaba para aliviar mi soledad, por eso te creé. Yo te imaginé, te diseñé, pensé en ti y ahí apareciste tú. También fui yo quien decidió que me abandonases; ya no podías ofrecerme nada nuevo. Ahora seré yo quien te destruya. ¡Oh! Tu sonrisa ya se ha borrado, esa sonrisa que yo dibujé en tu rostro para mí. Pronto desaparecerás de mi mente y del mundo.

Mundo loco. Mundo salvajemente civilizado. Civilización de salvajes, de locos. Éste es el mundo que yo veo, que he descubierto y que ahora aborrezco. Quisiera destruirlo todo y entrar en un mundo nuevo, descubriendo con virginal ilusión lo que ahora rancio se marchita en mi mente. Quisiera recuperar la inocencia.

lunes, 18 de febrero de 2008

A un ruiseñor

He aquí uno de los sonetos más bellos que conozco. Se titula «A un ruiseñor» y lo escribió José de Espronceda.
Canta en la noche, canta en la mañana,
ruiseñor, en el bosque tus amores
canta, que llorará cuando tú llores
el alba perlas en la flor temprana.

Teñido el cielo de amaranto y grana,
la brisa de la tarde entre las flores
suspirará también a los rigores
de tu amor triste y tu esperanza vana.

Y en la noche serena, al puro rayo
de la callada luna, tus cantares
los ecos sonarán del bosque umbrío:

Y vertiendo dulcísimo desmayo
cual bálsamo suave en mis pesares,
endulzará tu acento el llanto mío.

martes, 12 de febrero de 2008

Mundo loco

¿En qué maldito momento firmamos nuestra propia condena? Nuestras vidas se extinguen, inertes, estancadas en la linealidad de unos acontecimientos programados. Exangües, nuestros espíritus repiten hasta la saciedad los mantras de la rutina, hasta que llega nuestra hora fatal. Es una tragedia.

No hay lugar en esta vida de esclavitud y sufrimiento para un sentimiento, para una emoción. Este es un paisaje del que se han eliminado todos los colores vivos, quedando tan sólo el monótono gris del hormigón y del humo. Somos esclavos de nuestro progreso, mal conducido éste, llevado al dominio plutocrático como instrumento de subversión. Todo para los que se empeñan en frenar el cambio; la quintaesencia de la vida. Ya fuimos más libres de lo que ahora somos.

De pronto, todos nos vemos involucrados en absurdas reyertas tecnológicas y burocráticas. Todos debemos pasar por el aro, mientras el domador de circo —que opera desde posición privilegiada— nos engatusa con estúpidos señuelos: fetiches producidos por una sociedad excesivamente comercial y mercantilista. Somos el rebaño, unido por nuestros teléfonos móviles y páginas web. A todos, de repente, nos gusta lo mismo: ir de vacaciones a los mismos sitios, ver los mismos programas de televisión, leer las mismas cosas y escuchar la misma música. Alienación. Hemos perdido nuestro propio gusto, nuestra personalidad, nuestro criterio. Somos clones, máquinas; sin sentimientos, sin emociones. La vida consistía justamente en lo contrario: celebrar con júbilo el milagro de ser únicos e irreemplazables.

Una revolución tecnológica diferente es necesaria, una que esté al servicio de todas las personas y no de unos pocos privilegiados. Debe tener lugar para abolir por fin las diferencias de clase social, para garantizar una calidad de vida para todos, para defender la opinión y la dignidad de cada persona. Esa revolución tecnológica vela por la vida —en toda su esencia—, en lugar de amurallarla para mitigar su efecto perturbador e impredecible.

martes, 5 de febrero de 2008

Ad Mortem Festinamus

(A mi abuelo, q.e.p.d.)

Aún ahora me parece increíble. La noche pasada cantábamos, tocábamos, bailábamos con ritmo, disfrutando de la fiesta, ahogando las penas mundanas con música. Ese es el ritmo que yo llevo en la sangre, tu sangre; sin duda heredado de ti, compañero. Maestro. Pocas horas después fue cuando ocurrió; ese ritmo cesó para siempre en tu corazón. Nunca se sabe cuando la Dama de Negro vendrá para darnos su dulce beso eterno; por eso hay que divertirse hasta el final, sin fallar a la honradez y a la humildad.

Tu vida fue para mí ejemplar. Te recordaré siempre sonriente, como muestra de tu humor incansable; siempre alegre. Viviste plenamente hasta el final, a pesar de las limitaciones. Siempre optimista, a pesar de las complicaciones. Te guardo en mi corazón como referente, porque has triunfado en la vida sin causarle mal a nadie, porque eras amable con todo el mundo. Gracias por ser como eras. Todos te recordaremos con cariño. También con pena porque nos dejas, pero sobre todo te recordaremos con la máxima admiración.