Aún hace poco vi por enésima vez la película Matrix, y pensando que ya conocía todos los recovecos de su argumento —así como sus respectivos significados— me quedé gratamente sorprendido al descubrir un nuevo matiz que había pasado para mí desapercibido durante todo este tiempo, desde que la estrenaron en 1999.
Lejos del evidente interés comercial que dicho largometraje cobija tras todo ese alarde de efectos especiales, obscuros ropajes y música tecno-industrial, la obra a la que aquí rindo homenaje constituye para mí todo un tratado de filosofía. Es obvio que durante toda la película se reitera una y otra vez el mensaje «conócete a ti mismo»; esto no supone ninguna novedad, al menos no para mí. Pero en esta última ocasión en la que la vi he recabado un nuevo e interesante concepto que procedo a detallar.
Un aspecto del film que siempre tuve en muy escasa consideración es el relativo al enamoramiento de Trinity hacia Neo, por parecerme totalmente accesorio y propio de un sentimentalismo barato. Mas ahora opino que ese es un detalle crucial e imprescindible.
En la vida, el amor juega un papel muy importante, no sólo al nivel de la atracción física, sino también en los niveles espiritual y «divino» —por llamarle de alguna forma, con una fugaz visión del Tantra en mi mente—. Por esta razón existe ese enamoramiento hacia el Elegido, porque éste es el único capaz de corresponderle para finalmente lograr así los dos juntos la maravilla de la perpetuación de la especie humana.
El amor consiste esencialmente en «dar», en brindarle a la persona querida el cariño y la comprensión que el resto del mundo no puede ofrecerle, como una suerte de complicidad —inimitable por los que no aman— que guiará a los amantes hacia la felicidad —esto es, la ausencia de toda pena—. Dicha complicidad será el nido para el milagro de la creación de la vida, desde la procreación hasta la adecuada educación de los descendientes. Es por ésto que debe existir esa compenetración, que comienza con un ejercicio de autoconocimiento que luego se extiende a continuación al otro individuo.
En Matrix insisten mucho en el asunto del autoconocimiento —existiendo una analogía entre la película y el Mito de la Caverna de Platón—, extendiéndolo luego al terreno amoroso. El enamoramiento de Trinity no se ve en un principio correspondido, pues el sentimiento recíproco se halla aún aletargado en el incrédulo Neo. Mas cuando éste comienza a creer en su potencial —y, por ende, a actuar como el Elegido— el amor surge y se produce el milagro (literalmente, además).
No obstante, no debemos olvidar que esto es una película y que, en general, la vida real puede diferir mucho de este «cuento de hadas». Sirva, de todos modos, la magnífica historia futurista de la película para inspirarnos en la búsqueda del amor. Así, para alcanzar el Amor Verdadero es preciso satisfacer tres requisitos que tienen sus correspondencias con los distintos niveles a los que opera tan noble sentimiento (de acuerdo con el concepto del Amor Platónico): físico, espiritual y, por último, de la belleza en sí misma. Esta idea exige que la pareja alcance un nivel de sabiduría adecuado —necesario para saber sopesar los duros embates de la vida— y que goce de una buena salud, amén de un vívido amor propio y una gran autoestima por parte de cada individuo. Son éstas condiciones indispensables para que una pareja que se ama pueda proyectar toda su esencia divina —fruto de su amor— en sus vástagos.
Pensamientos de un Aventurero Cósmico.
martes, 5 de junio de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario