A los ojos del profano, el mundo de la noche es tan solo oscuridad. Pero si uno vence el miedo y se adentra en la penumbra descubre una abundante variedad de matices que harán de su incursión la experiencia más enriquecedora y fascinante de su vida. Esta oscuridad no es más que una sensación transitoria y engañosa que da paso a la más auténtica forma de percibir la realidad del mundo: una realidad subjetiva, no convencional y cambiante.
Esta percepción subjetiva es la que emana de nuestro intelecto a partir de las sensaciones experimentadas. Dichas sensaciones son novedosas, nada convencionales; aportan detalles cada vez más sutiles y refinados. El proceso de observación se halla ahora en una situación kafkiana, desconcertante a causa de la penumbra que absorbe colores y formas. El proceso de la percepción debe adaptarse a su nuevo entorno para que, con ingenio, pueda extraer de éste tanta información como sea posible. Se rompen aquí los ideales impuestos por el sistema educativo y la cultura; es hora de forjar unos nuevos, hechos a medida.
Ya no importa la forma, importa el concepto. La forma no es estática, cambia con el tiempo. El concepto ya contemplaba ese cambio, prediciéndolo. El mundo y el individuo están inmersos en un proceso de cambio continuo. Carece de sentido basar el conocimiento en imágenes estáticas, por muy precisas que éstas sean. Ha de buscarse, en cambio, la idea que subyace tras lo observado, tras lo cambiante.
Pensamientos de un Aventurero Cósmico.
martes, 20 de noviembre de 2007
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