Looking for a higher ground
Searching for this something missed before
From a higher ground
Will I fall in a right direction?
(Lacuna Coil - Closer)
31 de octubre, medianoche. La calle estaba desierta aquella noche. Hacía un frío terrible y el viento susurraba amenazante a través de calles y edificios. La luz de las farolas destruía el colorista paisaje urbano del día para sustituirlo por una postal dibujada en una gama monocroma de tonos cobrizos. Y yo en medio; en medio de nadie, en medio de la nada. Caminando solo en un desierto de ciudad; sin rumbo fijo, sin un lugar al que acudir.
Me limitaba a escapar. A escapar de todos los sitios en los que había estado, a escapar de mi anterior vida, de mi pasado. No sabía muy bien por qué lo hacía, pero esa era la mejor forma que conocía de mitigar el dolor, la angustia. A veces me mortificaba revisitando los recuerdos de una época pasada, agridulce, de luces y sombras. Sombras que me atormentaban, luces que afirmaban que había valido la pena todo lo vivido. Pero ahora era el momento de acabar con todo aquel sufrimiento.
Las horas de la noche avanzaban lentamente. Yo recorría la ciudad, de soportal en soportal, puerta a puerta, calle a calle, esquina a esquina, buscando por momentos cobijo del terrible frío de aquella noche. Encontré un lugar apacible, cubierto aunque ruinoso, en el que resguardarme de las inclemencias del tiempo. Era un lugar inhóspito, ¡pero era con creces lo más confortable que podría haber hallado aquella noche! Perdido en un laberinto de calles ajenas, desconocidas, era sin duda el mejor sitio. Allí me senté, en el suelo, esperando al amanecer. Y en la hora que lo precede —la más fría y oscura de la noche—, allí morí...
...para volver a nacer.
El sol emergió de entre las montañas del Este, dándome la bienvenida con sus primeros rayos. Sentí de nuevo como la sangre corría por mis venas, apresurada por vivir de nuevo, con intensidad. Me levanté del suelo y salí de aquel ruinoso lugar. Y caminé otra vez, toda la mañana; ahora sí tenía un destino claro: iba al encuentro de otras personas, personas maravillosas. No las conocía, pero las reconocería al instante por el brillo de su mirada, igual al de la mía en ese momento. Esbocé una sonrisa mientras caminaba con paso firme y decidido.
Y dejé atrás todo mi equipaje de preocupaciones, de recuerdos llenos de tristeza. Dejé atrás con ellos —supongo— a muchas personas queridas y conocidas. Lo siento, no puedo esperar. Que me sigan, si pueden, si quieren.
El sol brillaba en lo alto ahora, llenándome de energía con su calor dorado. Los colores de las cosas eran ahora vívidos y las calles se mostraban repletas de gente. Yo caminaba entre ellos, sin detenerme, sonriente. Mi corazón latía con fuerza.
4 comentarios:
q confusión, ¿es este un relato con tintes de moraleja o es una metáfora personal de los roles internos de cada persona?
lo tomo más como lo segundo:las etapas de nuestra vida se van agazapando en los recuerdos y cada vez que avanzamos vamos tomando situaciones de mas responsabilidad.
Si el presente se nos presenta insatisfactorio, transformarlo en positivo depende de nosotros.
Si las personas que nos rodean nos han marcado un camino pero se han quedado atrás, en el recuerdo, recordémoslas con cariño, pero si esas mismas personas nos han hecho daño, recordémoslas también para seguir adelante y no caer en el error.
Si el pasado es negro, hagamos un negro brillante, como el de las plumas de los cuervos.
Nunca es tarde aunque lo parezca.
Me gusta tu interpretación y estoy de acuerdo con lo del negro brillante, como el de las plumas de los cuervos. Son unos bichos muy interesantes, aunque ya se sabe lo que pasa si uno se dedica a criarlos...
mmm (pensando) ¿que pasa si uno se dedica a criarlos?
«Cría cuervos y te sacarán los ojos.»
En realidad no tiene por qué ocurrir eso. Mi abuelo tuvo como mascota un cuervo, y otro, y hasta un tercero. Era un poco cabrón el pájaro aquel, pero nunca pasó nada malo.
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