Ya no es la primera vez que me encuentro con ciertas personas, aficionadas al fútbol, que por el mero hecho de ser forofas del Real Madrid repudian todo lo catalán (y viceversa para fans del Barça, supongo). Menuda panda de borregos.
Resulta cuanto menos curioso observar el comportamiento de la gente en materia de creencias y nacionalismos. Parece ser que la gran mayoría necesita de un ente supremo la protección y la seguridad que por si mismos son incapaces de desarrollar. Algunos recurren a Dios para que les proteja y les guíe, otros utilizan a los políticos a modo de diana para disparar contra ellos todas sus frustraciones y otros se unen al torrente de fanáticos que se congregan en un estadio de fútbol para ver a «su» equipo en acción.
Cuando el equipo gana, el aficionado se llena de euforia y lo festeja por todo lo alto; cuando pierde, llega incluso a deprimirse. El forofo se siente identificado con el equipo. Esto es así porque dicha persona anhela la sensación de triunfo e intuye muy costoso el tratar de conseguirla por méritos propios. Resulta más fácil ser seguidor de un determinado equipo de fútbol ---preferiblemente de uno bueno--- y compartir así su éxito en el campo de juego.
Pero el detalle más absurdo ---a la vez que preocupante--- de todo esto es la existencia de rivalidades eternas entre equipos, incluso más allá del terreno de juego. En este estúpido país uno casi está obligado a ser seguidor o bien del Real Madrid o bien del Barça, sin cabida para una opción indiferente. También se dan los casos, más en el ámbito regional, de los derbis locales. ¿De qué sirve este enfrentamiento?
Pensamientos de un Aventurero Cósmico.
miércoles, 30 de agosto de 2006
jueves, 24 de agosto de 2006
Fallen Angel (III)
Anochece, y salen a la calle niños y niñas con extravagantes vestiduras, creyéndose mayores, jugando a ser mayores. Beben, ríen, juegan, se propasan, viven intensamente. Su vida es una fiesta continuada. Son las nuevas generaciones, sangre nueva, corazones palpitantes en busca de nuevas emociones.
Mientras tanto, los sufridos padres y abuelos permanecen en sus casas, tragándose toda la bazofia que algún telediario sensacionalista vomita día tras día. Ellos se lamentan de la degeneración de las que ellos consideran buenas costumbres. Se quejan de que sus vástagos no sean ni la mitad de respetuosos de lo que ellos deseaban.
Pero todo esto es pura apariencia. Estos torbellinos de hormonas alzan ahora la bandera del inconformismo, oponiéndose a la tradición de sus progenitores. Pero no han de tardar en mostrarse como realmente son, pues por sus venas corre la misma sangre que por la de sus mayores. Toda la vida han convivido con ellos y, por ende, han compartido las costumbres de su entorno desde que tienen uso de razón.
Es entonces, a modo de ejemplo, inevitable que tras la máscara del feminismo surjan chicas arraigadas en las costumbres machistas de siempre, dispuestas a vivir para servir a su marido. Es, por ende, recíprocamente equivalente el caso que atañe a los chicos. Estos pasarán a ser venerables cabezas de familia, responsables del mantenimiento de la unidad familiar. No nos engañemos; lo único que existe en estos chicos es un rebote transitorio de los hijos hacia los padres, que se extinguirá a medida que estos jóvenes adquieren más responsabilidades en la vida. Se oponen de palabra a su modelo, pero cierto es que su resistencia es fútil.
Mucha gente no se cuestiona la posibilidad de seguir su propio estilo de vida. Pensar por uno mismo no es tarea fácil: implica preocupaciones y responsabilidades. Si una persona decide crear su propia escala de valores y actuar en consecuencia ---en lugar de aceptar sin más los esquemas tradicionales--- debe saber que se enfrenta a una ardua tarea.
En la vida aprendemos muchas normas; algunas están bien y otras no nos parecen tan justas. No obstante, hay gente que las acata sin más, sin plantearse si quiera si dichas normas son de su agrado. Que conste que no se trata de oponerse sin más a lo que dicten aquellos que mandan, sino más bien de ver todo esto desde un punto de vista más crítico. Es más, muchas de las normas existentes en nuestra sociedad pueden servirnos de referencia para establecer nuestra propia escala de valores; son años de sabiduría adquiridos de forma casi instantánea, un legado cuyo valor merece la pena considerar. Otras normas, sin embargo, nos parecerán ridículas al aplicar nuestro criterio, y seguramente por eso acabaremos descartándolas.
En el viaje hacia la libertad, debemos usar nuestro corazón como brújula, y la sabiduría de nuestros mayores como mapas. No queremos que elijan por nosotros. Nosotros escogemos nuestro destino, pero no podemos alcanzarlo a ciegas.
Mientras tanto, los sufridos padres y abuelos permanecen en sus casas, tragándose toda la bazofia que algún telediario sensacionalista vomita día tras día. Ellos se lamentan de la degeneración de las que ellos consideran buenas costumbres. Se quejan de que sus vástagos no sean ni la mitad de respetuosos de lo que ellos deseaban.
Pero todo esto es pura apariencia. Estos torbellinos de hormonas alzan ahora la bandera del inconformismo, oponiéndose a la tradición de sus progenitores. Pero no han de tardar en mostrarse como realmente son, pues por sus venas corre la misma sangre que por la de sus mayores. Toda la vida han convivido con ellos y, por ende, han compartido las costumbres de su entorno desde que tienen uso de razón.
Es entonces, a modo de ejemplo, inevitable que tras la máscara del feminismo surjan chicas arraigadas en las costumbres machistas de siempre, dispuestas a vivir para servir a su marido. Es, por ende, recíprocamente equivalente el caso que atañe a los chicos. Estos pasarán a ser venerables cabezas de familia, responsables del mantenimiento de la unidad familiar. No nos engañemos; lo único que existe en estos chicos es un rebote transitorio de los hijos hacia los padres, que se extinguirá a medida que estos jóvenes adquieren más responsabilidades en la vida. Se oponen de palabra a su modelo, pero cierto es que su resistencia es fútil.
Mucha gente no se cuestiona la posibilidad de seguir su propio estilo de vida. Pensar por uno mismo no es tarea fácil: implica preocupaciones y responsabilidades. Si una persona decide crear su propia escala de valores y actuar en consecuencia ---en lugar de aceptar sin más los esquemas tradicionales--- debe saber que se enfrenta a una ardua tarea.
En la vida aprendemos muchas normas; algunas están bien y otras no nos parecen tan justas. No obstante, hay gente que las acata sin más, sin plantearse si quiera si dichas normas son de su agrado. Que conste que no se trata de oponerse sin más a lo que dicten aquellos que mandan, sino más bien de ver todo esto desde un punto de vista más crítico. Es más, muchas de las normas existentes en nuestra sociedad pueden servirnos de referencia para establecer nuestra propia escala de valores; son años de sabiduría adquiridos de forma casi instantánea, un legado cuyo valor merece la pena considerar. Otras normas, sin embargo, nos parecerán ridículas al aplicar nuestro criterio, y seguramente por eso acabaremos descartándolas.
En el viaje hacia la libertad, debemos usar nuestro corazón como brújula, y la sabiduría de nuestros mayores como mapas. No queremos que elijan por nosotros. Nosotros escogemos nuestro destino, pero no podemos alcanzarlo a ciegas.
In me there's still a place that fulfils me
A sanctity here that I call home, I run to
When winter descends
If I try, can I find solid ground.
(Epica - Solitary Ground)
viernes, 4 de agosto de 2006
Fallen Angel (II)
La libertad tiene un precio, a veces demasiado alto. Muchos optarán por no pagar tan desorbitado tributo y aceptarán su destino, afanándose en las tareas que le han sido encomendadas en la vida. Para muchos, resulta más fácil aceptar las condiciones que se le imponen, rendir pleitesía a quien corresponda y no preocuparse de nada más.
No obstante, existe una minoría de insurgentes que quieren decidir por si mismos y no estar subordinados a nada ni a nadie. Deciden abandonar el cielo y forjar su propio camino a través de los yermos de la incertidumbre.
En el cielo deben respetarse muchas normas; su perfección viene dada precisamente por esa falta de holgura, esa poca variedad de opciones. Por otra parte, cada alma es un mundo lleno de recovecos con complejidad fractal que representan todas y cada una de sus peculiaridades, de sus gustos y preferencias.
Como personas, somos todos diferentes. La idea de que somos todos iguales es una falacia creada del abuso de los derechos humanos. Está bien que todos tengamos oportunidades en la vida y que nadie trate a nadie de forma degradante. Pero no estamos hablando de derechos fundamentales como el derecho a la vida (mismamente), estamos llegando un poco más lejos: la realización personal.
No se pueden si quiera comparar las ambiciones de unas personas con otras. Mientras algunos desean llegar alto en la vida y tener un papel relevante en el ejercicio de la convivencia con sus semejantes, otros sin embargo se conforman con llevar una vida digna en el anonimato. Hay gente que prefiere llevar una vida llena de dinamismo, en la cual cambie constantemente de lugar de residencia, de trabajo e incluso de hábitos. Otros, sin embargo, renuncian a eso porque no les resulta atractivo y porque prefieren una vida más estable, tanto a nivel profesional como emocionalmente. Mientras unos desean unas cosas, otros desean justo las contrarias; y la casuística de situaciones diferentes es de explosión combinatoria.
Sería fácil imaginar una sociedad totalmente anárquica, donde todos sus integrantes no muestren dependencia alguna de otros indivíduos. No obstante, no es esa la solución definitiva. Si algo nos ha hecho sobrevivir a las duras pruebas que la Naturaleza reserva a todas las especies animales a lo largo de su evolución es el saber convivir en sociedad. El ser humano ha sabido, a lo largo de su historia, cooperar codo con codo para alcanzar logros imposibles para un sólo indivíduo. Es necesario, por tanto, crear sociedades y regular éstas mediante normas. Cuestión de supervivencia.
Pero la elección de las normas para una sociedad no es tarea trivial. A lo largo de la historia hemos vivido tristemente como diversos regímenes políticos se venían abajo. Las dictaduras se veían obligadas a recurrir a la fuerza para mantenerse vivas. Incluso la democracia se cae por su propio peso tratando de "imponer" una única solución ---supuestamente la mejor--- para todos. Una sociedad de indivíduos libres, ¿es posible?.
No obstante, existe una minoría de insurgentes que quieren decidir por si mismos y no estar subordinados a nada ni a nadie. Deciden abandonar el cielo y forjar su propio camino a través de los yermos de la incertidumbre.
En el cielo deben respetarse muchas normas; su perfección viene dada precisamente por esa falta de holgura, esa poca variedad de opciones. Por otra parte, cada alma es un mundo lleno de recovecos con complejidad fractal que representan todas y cada una de sus peculiaridades, de sus gustos y preferencias.
Como personas, somos todos diferentes. La idea de que somos todos iguales es una falacia creada del abuso de los derechos humanos. Está bien que todos tengamos oportunidades en la vida y que nadie trate a nadie de forma degradante. Pero no estamos hablando de derechos fundamentales como el derecho a la vida (mismamente), estamos llegando un poco más lejos: la realización personal.
No se pueden si quiera comparar las ambiciones de unas personas con otras. Mientras algunos desean llegar alto en la vida y tener un papel relevante en el ejercicio de la convivencia con sus semejantes, otros sin embargo se conforman con llevar una vida digna en el anonimato. Hay gente que prefiere llevar una vida llena de dinamismo, en la cual cambie constantemente de lugar de residencia, de trabajo e incluso de hábitos. Otros, sin embargo, renuncian a eso porque no les resulta atractivo y porque prefieren una vida más estable, tanto a nivel profesional como emocionalmente. Mientras unos desean unas cosas, otros desean justo las contrarias; y la casuística de situaciones diferentes es de explosión combinatoria.
Sería fácil imaginar una sociedad totalmente anárquica, donde todos sus integrantes no muestren dependencia alguna de otros indivíduos. No obstante, no es esa la solución definitiva. Si algo nos ha hecho sobrevivir a las duras pruebas que la Naturaleza reserva a todas las especies animales a lo largo de su evolución es el saber convivir en sociedad. El ser humano ha sabido, a lo largo de su historia, cooperar codo con codo para alcanzar logros imposibles para un sólo indivíduo. Es necesario, por tanto, crear sociedades y regular éstas mediante normas. Cuestión de supervivencia.
Pero la elección de las normas para una sociedad no es tarea trivial. A lo largo de la historia hemos vivido tristemente como diversos regímenes políticos se venían abajo. Las dictaduras se veían obligadas a recurrir a la fuerza para mantenerse vivas. Incluso la democracia se cae por su propio peso tratando de "imponer" una única solución ---supuestamente la mejor--- para todos. Una sociedad de indivíduos libres, ¿es posible?.
I arrived to breed the sunshine by the night.
I found a way to leave the nightmare so I can receive the light.
Yes, I arrived; follow if you like.
You know that freedom has a price, my friend,
pay or not now.
(The Count - Lost)
jueves, 3 de agosto de 2006
Caminando
La vida es un incesante caminar, en cualquier dirección y sin rumbo fijo. Continuamente nos vamos encontrando con nuevas cosas, y otras cosas más viejas quedan atrás.
Pero a veces nos visita el fantasma del pasado, revisitando viejos recuerdos. Es una sensación de amarga nostalgia, en ocasiones acompañada de dulce añoranza y otras veces de recuerdos tristes. Los anhelos de tiempos mejores se mezclan con capítulos de nuestra propia existencia salpicados de arrepentimiento, formando una salsa agridulce que hace de nuestros pensamientos una comida de difícil digestión.
Si la vida consiste en vivir el presente, ¿por qué tengo que recordar viejas victorias y derrotas? ¿Cuál es el objetivo de conservar trastos viejos y polvorientos en mi cabeza? ¿A qué viene eso de atormentarse una y otra vez con lo que estaba bien y lo que estaba mal?
Los recuerdos juegan un papel vital para desarrollar con éxito nuestra existencia, no cabe duda de eso. La adquisición de conocimiento para adaptarnos al entorno y sobrevivir a éste no es feudo legítimo y exclusivo de los humanos. Incontables muestras de ello nos muestra la naturaleza allá donde la vida se manifieste. No obstante, la finalidad de esta capacidad de memorización va más allá de las necesidades biológicas.
El ser humano es totalmente dependiente de su entorno. Más bien, no se trata de una subordinación a éste, sino de una cooperación con otros indivíduos en igualdad de condiciones. La meta es formar un todo omnisciente y con perspectiva plena del mundo, es decir, de si mismo. El conocimiento acumulado a lo largo de la historia forma parte del propio proceso evolutivo de la raza humana; es la evolución del alma. (mimetismo)
Pero la consecución de una meta tan sumamente compleja y perfecta por parte de indivíduos en comparación insignificantes y que a menudo se equivocan requiere su tiempo. Cada individuo opera localmente, considerando sólo su entorno próximo y lo que su limitada memoria alcanza a recordar. En conjunto y a lo largo del tiempo, todas esas pequeñas unidades de procesamiento irán compenetrándose y convergiendo en conjunto hacia esa perfección divina. Las generaciones se sucederán a través de los eones para finalmente transcender colectivamente en ese todo integrador y autosuficiente. (nirvana)
Nuestros recuerdos juegan ese papel fundamental. Como efecto derivado, involuntariamente intencionado, nos hace desear tiempos pasados que fueron mejores y a veces nos atormenta con cosas que hemos dicho o hecho y que nos causan esa sensación de arrepentimiento.
Pero esas sensaciones de añoranza y arrepentimento son artificiales. Son creaciones nuestras ocasionadas por nuestra dependencia del orden temporal. Tenemos esa dependencia de la causalidad; es necesario para poder comprender que todo tenga una causa y un efecto, que exista un antes y un después, que las historias de nuestras vidas se desarollen de forma secuencial.
- Novas portas pandimus et post nos occludimus -
(Epica - Dance of Fate)
Pero a veces nos visita el fantasma del pasado, revisitando viejos recuerdos. Es una sensación de amarga nostalgia, en ocasiones acompañada de dulce añoranza y otras veces de recuerdos tristes. Los anhelos de tiempos mejores se mezclan con capítulos de nuestra propia existencia salpicados de arrepentimiento, formando una salsa agridulce que hace de nuestros pensamientos una comida de difícil digestión.
Si la vida consiste en vivir el presente, ¿por qué tengo que recordar viejas victorias y derrotas? ¿Cuál es el objetivo de conservar trastos viejos y polvorientos en mi cabeza? ¿A qué viene eso de atormentarse una y otra vez con lo que estaba bien y lo que estaba mal?
Los recuerdos juegan un papel vital para desarrollar con éxito nuestra existencia, no cabe duda de eso. La adquisición de conocimiento para adaptarnos al entorno y sobrevivir a éste no es feudo legítimo y exclusivo de los humanos. Incontables muestras de ello nos muestra la naturaleza allá donde la vida se manifieste. No obstante, la finalidad de esta capacidad de memorización va más allá de las necesidades biológicas.
El ser humano es totalmente dependiente de su entorno. Más bien, no se trata de una subordinación a éste, sino de una cooperación con otros indivíduos en igualdad de condiciones. La meta es formar un todo omnisciente y con perspectiva plena del mundo, es decir, de si mismo. El conocimiento acumulado a lo largo de la historia forma parte del propio proceso evolutivo de la raza humana; es la evolución del alma. (mimetismo)
Pero la consecución de una meta tan sumamente compleja y perfecta por parte de indivíduos en comparación insignificantes y que a menudo se equivocan requiere su tiempo. Cada individuo opera localmente, considerando sólo su entorno próximo y lo que su limitada memoria alcanza a recordar. En conjunto y a lo largo del tiempo, todas esas pequeñas unidades de procesamiento irán compenetrándose y convergiendo en conjunto hacia esa perfección divina. Las generaciones se sucederán a través de los eones para finalmente transcender colectivamente en ese todo integrador y autosuficiente. (nirvana)
Nuestros recuerdos juegan ese papel fundamental. Como efecto derivado, involuntariamente intencionado, nos hace desear tiempos pasados que fueron mejores y a veces nos atormenta con cosas que hemos dicho o hecho y que nos causan esa sensación de arrepentimiento.
Pero esas sensaciones de añoranza y arrepentimento son artificiales. Son creaciones nuestras ocasionadas por nuestra dependencia del orden temporal. Tenemos esa dependencia de la causalidad; es necesario para poder comprender que todo tenga una causa y un efecto, que exista un antes y un después, que las historias de nuestras vidas se desarollen de forma secuencial.
- Novas portas pandimus et post nos occludimus -
(Epica - Dance of Fate)
miércoles, 2 de agosto de 2006
Fotografía en color de principios del siglo XX
Sergei Mikhailovich Prokudin-Gorskii tomó algunas fotografías de la Rusia Imperial a principios del siglo pasado. Las instantáneas reflejan motivos característicos de su patria y fueron sacadas con un rudimentario mecanismo que permitía capturas en color.
El proceso consistía en tomar fotografías con películas fotográficas de blanco y negro por triplicado, aplicando en cada una de ellas filtros de colores rojo, verde y azul. Tan solo restaría después componer las tres fotografías correspondientes a cada uno de los canales RGB.
El enlace: http://www.loc.gov/exhibits/empire/
El proceso consistía en tomar fotografías con películas fotográficas de blanco y negro por triplicado, aplicando en cada una de ellas filtros de colores rojo, verde y azul. Tan solo restaría después componer las tres fotografías correspondientes a cada uno de los canales RGB.
El enlace: http://www.loc.gov/exhibits/empire/
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