La vida es un incesante caminar, en cualquier dirección y sin rumbo fijo. Continuamente nos vamos encontrando con nuevas cosas, y otras cosas más viejas quedan atrás.
Pero a veces nos visita el fantasma del pasado, revisitando viejos recuerdos. Es una sensación de amarga nostalgia, en ocasiones acompañada de dulce añoranza y otras veces de recuerdos tristes. Los anhelos de tiempos mejores se mezclan con capítulos de nuestra propia existencia salpicados de arrepentimiento, formando una salsa agridulce que hace de nuestros pensamientos una comida de difícil digestión.
Si la vida consiste en vivir el presente, ¿por qué tengo que recordar viejas victorias y derrotas? ¿Cuál es el objetivo de conservar trastos viejos y polvorientos en mi cabeza? ¿A qué viene eso de atormentarse una y otra vez con lo que estaba bien y lo que estaba mal?
Los recuerdos juegan un papel vital para desarrollar con éxito nuestra existencia, no cabe duda de eso. La adquisición de conocimiento para adaptarnos al entorno y sobrevivir a éste no es feudo legítimo y exclusivo de los humanos. Incontables muestras de ello nos muestra la naturaleza allá donde la vida se manifieste. No obstante, la finalidad de esta capacidad de memorización va más allá de las necesidades biológicas.
El ser humano es totalmente dependiente de su entorno. Más bien, no se trata de una subordinación a éste, sino de una cooperación con otros indivíduos en igualdad de condiciones. La meta es formar un todo omnisciente y con perspectiva plena del mundo, es decir, de si mismo. El conocimiento acumulado a lo largo de la historia forma parte del propio proceso evolutivo de la raza humana; es la evolución del alma. (mimetismo)
Pero la consecución de una meta tan sumamente compleja y perfecta por parte de indivíduos en comparación insignificantes y que a menudo se equivocan requiere su tiempo. Cada individuo opera localmente, considerando sólo su entorno próximo y lo que su limitada memoria alcanza a recordar. En conjunto y a lo largo del tiempo, todas esas pequeñas unidades de procesamiento irán compenetrándose y convergiendo en conjunto hacia esa perfección divina. Las generaciones se sucederán a través de los eones para finalmente transcender colectivamente en ese todo integrador y autosuficiente. (nirvana)
Nuestros recuerdos juegan ese papel fundamental. Como efecto derivado, involuntariamente intencionado, nos hace desear tiempos pasados que fueron mejores y a veces nos atormenta con cosas que hemos dicho o hecho y que nos causan esa sensación de arrepentimiento.
Pero esas sensaciones de añoranza y arrepentimento son artificiales. Son creaciones nuestras ocasionadas por nuestra dependencia del orden temporal. Tenemos esa dependencia de la causalidad; es necesario para poder comprender que todo tenga una causa y un efecto, que exista un antes y un después, que las historias de nuestras vidas se desarollen de forma secuencial.
- Novas portas pandimus et post nos occludimus -
(Epica - Dance of Fate)
Pensamientos de un Aventurero Cósmico.
jueves, 3 de agosto de 2006
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