Ya no es la primera vez que me encuentro con ciertas personas, aficionadas al fútbol, que por el mero hecho de ser forofas del Real Madrid repudian todo lo catalán (y viceversa para fans del Barça, supongo). Menuda panda de borregos.
Resulta cuanto menos curioso observar el comportamiento de la gente en materia de creencias y nacionalismos. Parece ser que la gran mayoría necesita de un ente supremo la protección y la seguridad que por si mismos son incapaces de desarrollar. Algunos recurren a Dios para que les proteja y les guíe, otros utilizan a los políticos a modo de diana para disparar contra ellos todas sus frustraciones y otros se unen al torrente de fanáticos que se congregan en un estadio de fútbol para ver a «su» equipo en acción.
Cuando el equipo gana, el aficionado se llena de euforia y lo festeja por todo lo alto; cuando pierde, llega incluso a deprimirse. El forofo se siente identificado con el equipo. Esto es así porque dicha persona anhela la sensación de triunfo e intuye muy costoso el tratar de conseguirla por méritos propios. Resulta más fácil ser seguidor de un determinado equipo de fútbol ---preferiblemente de uno bueno--- y compartir así su éxito en el campo de juego.
Pero el detalle más absurdo ---a la vez que preocupante--- de todo esto es la existencia de rivalidades eternas entre equipos, incluso más allá del terreno de juego. En este estúpido país uno casi está obligado a ser seguidor o bien del Real Madrid o bien del Barça, sin cabida para una opción indiferente. También se dan los casos, más en el ámbito regional, de los derbis locales. ¿De qué sirve este enfrentamiento?
Pensamientos de un Aventurero Cósmico.
miércoles, 30 de agosto de 2006
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