Mientras tanto, los sufridos padres y abuelos permanecen en sus casas, tragándose toda la bazofia que algún telediario sensacionalista vomita día tras día. Ellos se lamentan de la degeneración de las que ellos consideran buenas costumbres. Se quejan de que sus vástagos no sean ni la mitad de respetuosos de lo que ellos deseaban.
Pero todo esto es pura apariencia. Estos torbellinos de hormonas alzan ahora la bandera del inconformismo, oponiéndose a la tradición de sus progenitores. Pero no han de tardar en mostrarse como realmente son, pues por sus venas corre la misma sangre que por la de sus mayores. Toda la vida han convivido con ellos y, por ende, han compartido las costumbres de su entorno desde que tienen uso de razón.
Es entonces, a modo de ejemplo, inevitable que tras la máscara del feminismo surjan chicas arraigadas en las costumbres machistas de siempre, dispuestas a vivir para servir a su marido. Es, por ende, recíprocamente equivalente el caso que atañe a los chicos. Estos pasarán a ser venerables cabezas de familia, responsables del mantenimiento de la unidad familiar. No nos engañemos; lo único que existe en estos chicos es un rebote transitorio de los hijos hacia los padres, que se extinguirá a medida que estos jóvenes adquieren más responsabilidades en la vida. Se oponen de palabra a su modelo, pero cierto es que su resistencia es fútil.
Mucha gente no se cuestiona la posibilidad de seguir su propio estilo de vida. Pensar por uno mismo no es tarea fácil: implica preocupaciones y responsabilidades. Si una persona decide crear su propia escala de valores y actuar en consecuencia ---en lugar de aceptar sin más los esquemas tradicionales--- debe saber que se enfrenta a una ardua tarea.
En la vida aprendemos muchas normas; algunas están bien y otras no nos parecen tan justas. No obstante, hay gente que las acata sin más, sin plantearse si quiera si dichas normas son de su agrado. Que conste que no se trata de oponerse sin más a lo que dicten aquellos que mandan, sino más bien de ver todo esto desde un punto de vista más crítico. Es más, muchas de las normas existentes en nuestra sociedad pueden servirnos de referencia para establecer nuestra propia escala de valores; son años de sabiduría adquiridos de forma casi instantánea, un legado cuyo valor merece la pena considerar. Otras normas, sin embargo, nos parecerán ridículas al aplicar nuestro criterio, y seguramente por eso acabaremos descartándolas.
En el viaje hacia la libertad, debemos usar nuestro corazón como brújula, y la sabiduría de nuestros mayores como mapas. No queremos que elijan por nosotros. Nosotros escogemos nuestro destino, pero no podemos alcanzarlo a ciegas.
In me there's still a place that fulfils me
A sanctity here that I call home, I run to
When winter descends
If I try, can I find solid ground.
(Epica - Solitary Ground)
No hay comentarios:
Publicar un comentario