Yo no podría estar más de acuerdo con lo que algunos dicen acerca de recorrer ese camino que es la Vida. Camino cuya única meta es la Muerte, y que por lo tanto debe disfrutarse antes de llegar a su funesto término. Si lo que buscamos en la vida es la felicidad, ésta no puede verse como una meta, sino que ha de concebirse como un continuo disfrute, constituido por pequeños placeres.
Me atrevo incluso a decir que ese camino ni siquiera existe. La vida transcurre por un terreno sin veredas, pues las sendas ya trazadas registran las experiencias vividas por otros indivíduos. Nosotros debemos vivir nuestra propia vida de forma original y genuina, no queriendo ser burdas imitaciones de otras personas.
No obstante, forjar nuestro propio destino no es tarea trivial. Lo más adecuado es hacerlo de forma incremental, viviendo cada instante, día a día. El arte de saber tomar en cada momento las decisiones que nos son más favorecedoras ―tanto a corto como a largo plazo― se aprende de la observación. Paulo Coelho explica en su obra «El Alquimista» que el mundo nos brinda un montón de señales que, sabiendo interpretarlas, nos harán vivir lo que él denomina la Leyenda Personal de cada uno; justo lo que de corazón anhelamos, lo que realmente queremos ser y lo que realmente deseamos vivir. Esa capacidad de observación mística y trascendental ha de servirnos de guía para hallar en cada momento la felicidad.
Debo reconocer que, años atrás, mi visión del mundo era muy cuadriculada; siempre exigiendo una explicación estrictamente racional de las cosas. Yo era incapaz de distinguir esas señales, aún llegando a ser en ocasiones muy evidentes. Por fortuna, he cambiado de parecer, y aunque sigo buscando por medio de la razón el porqué de muchos fenómenos mundanos, creo ahora más conveniente circunscribir el dominio de actuación de la razón a los campos que le son legítimos.
¡Oh! ¡He experimentado maravillosas vivencias! He visitado lugares preciosos, llenos de magia. He conocido a algunas personas muy interesantes, y sé que son interesantes porque les he abierto mi corazón para poder así recibir su bondad, regalo sagrado para el espíritu. He sentido el amor con una intensidad sin precedentes. Y he hecho cosas que nunca antes me habría planteado, solo porque no entraban dentro de mi ridículo y acartonado esquema de valores estrictamente racional. Si ciertas personas supiesen de cosas que he hecho, de actividades que he practicado, etc... ¡pensarían que no soy el mismo! Tal vez algunos piensen que estoy loco, pero lo cierto es que nunca he visto las cosas con mayor claridad. Y puedo decir que esto es solo el principio; aún queda mucho por vivir.
Pensamientos de un Aventurero Cósmico.
viernes, 20 de abril de 2007
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