Es cotidiano que nos abrume la frustración en nuestros quehaceres más intelectuales. Cuando nos agobia un problema al que no le encontramos solución, cuando se nos embota la mente, cuando la inspiración parece faltar; ese maldito estado de aturdimiento que nos impide descansar acabará haciéndonos presas de la desesperación. Maldecimos. Gritamos. Damos golpes y patadas. Nos enfadamos. Nos sentimos insignificantes.
Pero la Inspiración ―esa traviesa hada― no tolera esas groserías. Ella exige que nos relajemos; sugiere que nos demos un buen baño. Llenaremos, pues, la bañera, añadiendo sales de baño, encendiendo tal vez velas e incienso; lo que más nos guste. Éste es el ritual para invocar a nuestra deseada compañera, para que nos ilumine y nos traiga la anhelada solución a nuestros quebraderos de cabeza.
Valga como prueba la célebre anécdota vivida por Arquímedes. Hierón (rey de Siracusa) le había pedido que determinase la pureza del oro de una corona cuya fabricación había encomendado a un infame orfebre. Temía el rey que éste hubiese rebajado la aleación para así lucrarse a costa del monarca. Debía, pues, Arquímedes dar una respuesta al soberano acerca de la pureza del material de la citada alhaja, mas no se le ocurría forma de resolver el problema. Hastiado el sabio por no encontrar solución alguna ante la apremiante impaciencia del rey, hallábase éste al borde de la desesperación.
Pero la inspiración acudió al encuentro de Arquímedes cuando éste fue a darse un baño. Experimentó ahí, en ese momento y en ese lugar, el fenómeno que le brindaría la solución ―el principio de Arquímedes― al observar que cuando sumergía su cuerpo en el agua un volumen equivalente de agua era desalojado. Había encontrado la forma de medir el volumen de la corona del rey ―y de cualquier otro objeto que se le antojase― para poder determinar la densidad del citado objeto una vez conocido su peso.
Y enormemente contento Arquímedes por su descubrimiento, comenzó a correr jubiloso por las calles de Siracusa exclamando el ya archiconocido grito de Eureka, Eureka ―vocablo de origen griego con significado de haber hallado algo y también conocida marca comercial de chocolate―. Había solucionado el problema que tanto le angustiaba.
Sólo me resta decir que nunca se sabe cuando la Inspiración ―esa traviesa hada― nos hará una visita. Lo mejor es mostrarse siempre amable y optimista para no ahuyentarla. Un buen baño relajante puede ser nuestro gran aliado para propiciar un encuentro con ella. Eso sí, abogando siempre por un consumo responsable del agua.
Pensamientos de un Aventurero Cósmico.
jueves, 19 de abril de 2007
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