Pensamientos de un Aventurero Cósmico.

miércoles, 13 de agosto de 2008

Dead Letters (III)

El origen del siguiente documento es de difícil explicación. Se trata de unas páginas del diario de una joven. Su autora y protagonista me las ha remitido con el propósito de que yo aquí las publique; supongo que por el interés de dejar constancia de algunos pensamientos suyos en una etapa trascendental de su vida. Ignoro si la autora ha censurado alguna parte del texto o algún dato que pudiera en éste verse reflejado, así como también ignoro por completo los antecedentes a esta historia. Respetaré, en todo caso, el deseado anonimato de la autora; trato que, en este peculiar caso, considero justo y de recibo.

Sin más preámbulos, el citado texto:

Martes, 27 de marzo de 2007.

Por fin, en este día memorable, me fui del mismo lugar de siempre. Dejé muchas cosas atrás: muchas cosas buenas, pero también muchos tormentos. Espero que mis amigos me perdonen; trataré de mantener el contacto con ellos.

Hoy por la mañana subí al tren que me llevaría a ... algún lugar, ¡qué importaba eso! Me hubiese valido un billete a cualquier lugar. Sólo quería escapar de lo que me estaba oprimiendo y cualquier destino era igual de bueno.

Cuando el tren se puso en marcha, contemplé por la ventana con cierto alivio cómo se alejaba ese paisaje que durante tanto tiempo había sido el carcelero de mis deseos. Así me sentía yo: encarcelada, presa de una vida rutinaria y vacía. Comencé a recordar algo que, por su tristeza, hizo que no pudiese contener las lágrimas que salieron de mis ojos y recorrieron velozmente mis mejillas. ¡Menos mal que nadie se dio cuenta en aquel vagón lleno de gente!

Lo que vino a mi mente fue aquella noche en la que yo estaba sola en mi habitación —el único espacio en este mundo capaz de darme algo de paz e intimidad: mi refugio, mi santuario—. Ese pequeño oasis que era mi cuarto, en medio de un mundo de constante hostilidad, me servía para reflexionar y para dedicarme un poco de tiempo a mí misma. Todo el tiempo me veía acosada por las exigencias de todos los que quieren gobernar mi vida. ¿Acaso no puedo ser yo en la vida lo que realmente quiero ser? ¿Por qué tengo que ser transigente hasta el punto de aceptar y conformarme con una vida de préstamo y subordinación vitalicia?

Aquel día había discutido con mi madre. Sé que mi madre desea una vida de bien para mí, y no la culpo por eso. ¡Pero es que ella no entiende mis anhelos! Yo quiero vivir la vida por mi cuenta, sin rendirle cuentas a nadie; me niego a decir a todo que sí por el mero hecho de que alguien me mantenga. Por eso me voy: para no rendirle cuentas a nadie. No quiero sentirme atada, no quiero ser esclava de nadie. Quiero vivir libremente y estar con gente a la que pueda tratar con confianza, de tú a tú; no como una esclava a su amo.

Por eso hoy presiento que mi vida va a cambiar radicalmente. Aquí, en una estación de ferrocarril alejada ya de mi lugar de origen, escribo estas líneas mientras aguardo por la llegada del próximo tren. Trato de poner en orden mis alborotadas ideas, trato de pensar qué destinos serán los próximos. Mi corazón late con fuerza.

Quizá algún día regrese a mi casa, al lugar al que sin duda pertenezco. Pero ahora deseo con arrebatadora pasión ver nuevos lugares y definir mi vida como realmente quiero que ésta sea. Sé que voy con lo puesto, a prueba y error, pero no tengo miedo. Sé que me toca lidiar con la incertidumbre y enfrentarme a muchas dificultades, pero lo prefiero a conformarme con una vida rutinaria que gira alrededor de una persona a la que todo el mundo supone más importante y decisiva.

La soledad me asusta, porque no me gustaría quedarme sola. Pero, ¿qué diferencia hay entre vivir sola y vivir incomprendida al lado de gente que no te escucha? Me arriesgo a quedarme sola, pero yo deposito mis esperanzas en encontrar a la persona o a las personas que, al igual que yo, crean en el respeto y en la necesidad de cada persona de decidir por sí misma.

Ahora, llena de ilusiones, me voy a un nuevo lugar: mi tren sale en breve. Dejo, de momento, la crónica de esta apasionante aventura que acabo de comenzar. Continuaré otro día, desde otro lugar. ¡Hasta entonces!

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