Tuve una vez una extraña visión. Era como un baile de disfraces, en un lujoso salón con magníficos tapices en sus altísimas paredes, iluminado con copiosidad por decenas de lámparas, de las cuales una de ellas, en el centro de la estancia, destacaba con majestuosidad debido a su gran tamaño. El suelo brillaba impoluto allá donde se formaba un hueco entre los asistentes a ese gran festín, hasta que ese pequeño reducto de baldosas blancas y negras era rápidamente cubierto por los giros de los danzantes. Éstos construían bellas formas geométricas con un sincronismo perfecto, asiendo en todo momento una máscara de porcelana que tapaba sus facciones.
Yo me hallaba en el medio de toda esa gente, inmóvil, casi conteniendo la respiración. De repente, el círculo de personas que a mi alrededor danzaba comenzó a estrecharse, aproximándose a mí toda esa gente envuelta en disfraz. La simetría existente se rompió de pronto y la coreografía se volvió por un instante anárquica, y todas las miradas que se hallaban atrincheradas en sus respectivas máscaras buscaron la mía, que se hallaba desnuda entre todas aquellas que me transmitían un sentimiento inquisitivo, rapaz, desdeñado. Finalmente aquel encierro se disolvió, volviendo a estructurarse el baile original.
La música murió lentamente y los bailarines corrieron hacia las salidas de aquel lujoso salón, quedándome yo solo en medio de aquel impoluto y brillante pavimento. Las puertas se cerraron y el silenció dominó la estancia. No sabiendo muy bien que hacer, me dirigí a la puerta principal y cuando la abrí nada había afuera; solamente el vacío. Aquel extraño carnaval había terminado.
Pensamientos de un Aventurero Cósmico.
miércoles, 21 de febrero de 2007
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