wanderlust
n : very strong or irresistible impulse to travel [syn: itchy feet]
-- From WordNet (r) 2.0
Ocurre de vez en cuando que siento un irrefrenable deseo de viajar, mas creo que esta sensación no es exclusiva de mí. No pretendo ahondar en las cuestiones filosóficas o antropológicas que pudieran derivarse tratando de argumentar una explicación a este peculiar hecho, pero personalmente opino que esas ganas de visitar nuevos lugares responde a una necesidad atávica de exploración y descubrimiento propia del ser humano que era de obligado cumplimiento para nuestros más remotos ancestros, por supervivencia. Hoy día, enfrascados en un estilo de vida sedentario, el gusto por viajar queda muchas veces relegado al ámbito del ocio, pero aún así, ese ansia por viajar, ese wanderlust permanece latente en nuestros corazones.
Me gustaría compartir con el lector una vivencia mía y de un grupo de amigos que hace un año (exactamente) comenzamos. Unos más versados en materia de viajes internacionales, otros más nóveles, nos decidimos todos a realizar un viaje por las tierras del norte de Europa, aprovechando una serie de circunstancias que se daban por aquel entonces y que es prolijo relatar aquí.
Así, el 1 de julio de 2006 nos dirigimos 4 personas al aeropuerto de Santiago de Compostela para embarcarnos allí en el primero de los vuelos que componían nuestro periplo. Ese primer desplazamiento nos llevaría a la localidad alemana de Hahn, cercana a Frankfurt. El propósito inicial de hacer parada en ese lugar era ajena a nuestra voluntad; simplemente era un requisito impuesto por la disponibilidad de vuelos a Finlandia que ofertaba la compañía low cost que habíamos contratado. No habiendo vuelos directos a los países nórdicos desde España fue necesario hacer allí escala y esperar nada menos que 20 horas por el siguiente avión.
Esperar tanto tiempo en un aeropuerto puede ser desesperante, aún gozando de buena compañía. No nos lo pensamos dos veces y buscamos la forma de desplazarnos hasta Frankfurt para ver dicha ciudad y divertirnos un poco por la noche. La opción que más nos sedujo fue la de alquilar un coche, pues además de servirnos de medio de transporte, hizo las veces de lugar de pernocta en esa noche de desenfreno.
Y así fue. Recorrimos las verdes praderas y los negros bosques alemanes por impecables carreteras y autopistas —libres de peaje, por cierto—, para llegar a Frankfurt con el crepúsculo. La ciudad estaba bañada en fiesta por mor del mundial de fútbol, y todas sus calles estaban llenas de gente. Aquella fue una noche inolvidable, diferente. Gentes de todas las nacionalidades invadían las calles de la ciudad, y hasta altas horas de la madrugada los locales de ocio permanecieron abiertos. Aprovechando la coyuntura, decidimos formar parte de aquel festejo y adentrarnos en los ambientes más dispares. Acabamos rendidos, pero mereció la pena.
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