En el quinto día de nuestro viaje dejamos atrás Helsinki —quizás con añoranza de no haber visto todo lo que allí se puede ver— para dirigirnos a nuestro nuevo destino en un nuevo país: Noruega. Éramos cinco; nuestra bienquerida amiga también venía. El vuelo que tomamos desde la capital finlandesa nos llevó a Oslo. Mas no era ese nuestro inmediato objetivo, de modo que reservamos la visita a dicha ciudad para el final. De hecho, no llegamos a salir del aeropuerto; debíamos tomar inmediatamente otro avión.
Aquella persona que viaja a Noruega tendrá siempre un compromiso de inexcusable cumplimiento en su itinerario: ver los fiordos. Y ese era el motivo de nuestro segundo vuelo en ese día, que nos llevaría a la ciudad costera de Bergen, punto de partida para nuestra excursión por el incomparable paisaje natural de los fiordos noruegos.
Llegamos a esta peculiar ciudad por la tarde, buscamos nuestro alojamiento y nos relajamos un poco después de pasarnos todo el día de aeropuerto en aeropuerto. También aprovechamos para buscar algo de información acerca de los viajes organizados a los fiordos más cercanos en la oficina de turismo de Bergen, muy próxima al hostal que nos serviría de morada para las tres próximas noches. Dimos también un pequeño paseo por las zonas más céntricas de la ciudad, ya en el atardecer —que, por hallarnos en las latitudes en las que nos hallábamos, tenía lugar sobre las 11 ó 12 de la noche—, viendo algunos elementos característicos de la nórdica ciudad costera en la que nos hallábamos. Merece la pena mencionar las pintorescas casas del puerto que se pueden apreciar en la fotografía (Bryggen), consideradas Patrimonio de la Humanidad. Dichos inmuebles alojan actualmente en sus bajos pubs y restaurantes que atraían a todas horas a turistas de todo el mundo.
Pensamientos de un Aventurero Cósmico.
jueves, 5 de julio de 2007
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