Todo era maravilloso y el sol lucía radiante en un cielo azul, los pájaros cantaban y las mariposas revoloteaban posándose en flores de vívidos colores, pobladoras de un verdescente prado.
Así de maravilloso era el mundo en el que vivíamos, en el cual, estuvieses donde estuvieses, podrías desplegar un ordenador portátil y beneficiarte de la augusta generosidad de los paisanos del lugar que, muy amablemente, optaban por compartir sus recursos de red inalámbrica con los bienvenidos viajeros.
La gente vivía bajo un clima de felicidad perenne, de infinita bonanza y amabilidad extrema. No había conflictos de ningún tipo. Todos eran muy amigos y se querían mucho.
Pero cierto día, el Señor del Mal hizo presencia en forma de señal de televisión y se materializó en las pantallas de las gentes en forma de serie televisiva de gran audiencia. "Aquí no hay quien viva", rezaba la sintonía del principio una y otra vez, mientras se sucedían los créditos de los infames participantes en aquella orgía de perversión y exaltación de los instintos más malvados e impuros que a la especie humana el devenir de los tiempos le ha ido inculcando.
Así, los guionistas de la endemoniada serie de televisión crearon con toda maldad un capítulo en el que se abordaba el tema de las redes "wifi", tan en boga en estos tiempos. El presidente de la comunidad de vecinos de la ficción era el poseedor de la infraestructura de red inalámbrica necesaria, y el resto de los vecinos ejercían con maestría el ancestral arte del parasitismo.
La reacción del susodicho presidente no pudo ser más trágica. Su conducta estaba sin duda coercionada por los dictados de ese evangelio maligno que las clases sociales dominantes han de difundir para perpetuar su supremacía: el concepto de propiedad privada. De este modo, la hasta entonces libremente accesible red inalámbrica comunitaria devenió en un lujo elitista destinado al disfrute único y exclusivo de su contratante. Una terrible contraseña, fiel símbolo de los más obscuros deseos e intenciones de quienes ocultan la verdad al prójimo, ponía en veda el tan anhelado recurso.
Y es así como el mal triunfa sobre el bien, cómo se impone la misantropía y el egoísmo ante el sano deseo de la libre comunicación entre hermanos. Se divulga así el erróneo concepto de que compartir es malo, haciendo una exaltación flagrante de la propiedad privada. Este golpe bajo constituye, sin duda, un acto de manipulación, digno de cualquiera de los régimenes dictatoriales que con innumerables manchas de sangre han salpicado la historia del pasado siglo XX.
En el cielo azul aparecieron nubes grises de tormenta, el frío invierno nuclear destruyó flora y fauna, y sobre los yermos parajes de marrón y gris ya no se oye a los pájaros cantar.
Pensamientos de un Aventurero Cósmico.
viernes, 23 de junio de 2006
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