Mi intención no es la misma que la de nuestro entrañable personaje de animación. No pretendo inventarme cosas pero, de momento, tampoco puedo ofrecer más que conjeturas. No obstante, la teoría que a continuación presentaré será expuesta con inexactitud y muy poco rigor porque, de ser cierta, es probable que yo corra la misma suerte que nuestro amarillento amigo. Así, en ese fatídico caso, la verdad no será del todo silenciada; arriesgarse a saber más podría ser jugársela al doble o nada.
Dicho esto, procedo a exponer la teoría.
Es bien sabido que la industria farmacéutica es una de las más prósperas que hay sobre la faz de la Tierra. La venta de analgésicos, tales como la Aspirina, suponen un grueso del mercado de los medicamentos muy sustancioso. No cabe la menor duda de que hablamos de uno de sus productos estrella, pues están en todos los botiquines del mundo.
Su uso más extendido es el de aliviar el dolor de cabeza. El ajetreado ritmo de vida al que nos vemos expuestos día a día nos provoca muy frecuentemente esta dolencia, en ocasiones insoportable. Le echamos la culpa a todo; al trabajo, a los ruidos, a los cambios de temperatura, y no dudamos en dirigirnos al botiquin para coger un comprimido de ácido acetilsalicílico. Agradecidos, bendecimos una y otra vez ese corpúsculo cilíndrico y harinoso que nos alivia tan eficazmente.
Pero, por otra parte, las aspirinas no son todo bondades. Camuflan el dolor en lugar de solucionar el problema y son una bomba para el estómago. ¿Acaso no hay un remedio natural para eliminar el dolor de cabeza?
Los dolores de cabeza han sido, desde hace mucho, una excusa muy manida empleada por las féminas para eludir así la práctica del acto sexual cuando sus compañeros sentimentales lo desean hacer. Es preciso indicar ahora que la causa de tal muestra de frigidez es causada por la torpeza del varón a la hora de satisfacer a su pareja, pero lo que nos interesa es el pretexto. ¿Por qué se recurre a un dolor de cabeza (ficticio o no) para evitar la práctica sexual?
Un titular de la cadena ser afirma que según estudios científicos, los orgasmos son una medida muy eficaz para paliar los dolores de cabeza. El titular dice lo siguiente:
Un orgasmo equivale a dos aspirinas contra el dolor de cabeza.
Según científicos, se liberan las endorfinas, equivalente natural a los opiáceos.
Es decir, el cuerpo humano es capaz de sintetizar una sustancia natural capaz de solucionar el problema. El único requisito es tener un orgasmo, algo que está al alcance de todos (si se hacen bien las cosas). De repente, a la industria farmacéutica le surge un competidor muy serio; su producto es claramente mejor.
En vista de todo esto, resulta ahora que lo que era empleado como un pretexto para no hacer el amor ve ahora en el acto sexual su mejor solución. ¿Quién es el responsable de haber creado esa farsa? Tengo la hipótesis de se trata de un rumor difundido con éxito desde hace mucho tiempo, reforzado y mitificado de boca en boca, elevado a la categoría de leyenda. Es muy probable que las propiedades analgésicas del orgasmo fuesen conocidas desde la antigüedad, aunque a menudo tratadas como tema tabú.
Con la llegada de tiempos más liberales, donde la práctica del sexo por placer se disocia de lo maligno y lo incorrecto, este ancestral secreto corría el riesgo de salir a la luz. Por ende, la industria farmacéutica tomó cartas en el asunto, creando una conspiración contra el bien común que, con sutiles maniobras, logró convencer a las sociedades más industrializadas justamente de lo contrario: la práctica del sexo agudizaría el dolor de cabeza.
Finalmente, debemos recordar que para lograr con éxito que desaparezca el dolor de cabeza es necesario alcanzar el orgasmo. Esto puede parecer complicado pero no lo es en realidad si se poseen los conocimientos y la práctica necesarios. Así, en honor al buen hacer de las prácticas sexuales, resulta muy recomendable aprender lo que las culturas milenarias del todo mundo tienen que decir al respecto. A nadie le deberían extrañar los términos tantra o kamasutra, pero esos son temas que están fuera del alcance de este comunicado.
Como colofón, me gustaría añadir que la industria farmacéutica puede sacar buen partido de todas estas conclusiones. Confío en que sus directivos ya lo saben, y que no han de tardar en ver en todo esto nuevas posibilidades de negocio. A fin de cuentas, son ellos también quienes se ocupan de la venta de métodos anticonceptivos.
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