(Obviamente, este mensaje está escrito en clave de humor. Por favor, que nadie se sienta ofendido por ello.)
¡Soy un puto genio!
Acabo de tener una idea a la que el calificativo 'maquiavélico' se le queda corto.
Resulta que tengo un vecino que siempre se está comprando cachivaches tecnológicos cada dos por tres, y que recurre siempre a mí para que se los instale y configure.
Hace un tiempo, este señor había adquirido un reproductor de DVD, y no dudó en ponerse en contacto conmigo para que le ayudase a instalarlo. Yo accedí de buena gana, bien porque es así mi carácter, bien porque supuse que sería una árdua tarea entender los tan crípticos manuales para una persona de su edad.
Al poco tiempo, mi vecino acudió a mí solicitando ayuda técnica de nuevo para que le conectase otro reproductor de DVD que acababa de comprar al televisor que tenía en el dormitorio. Y ya de paso, también conectar el DVD al vídeo que ya tenía desde hace tiempo para poder grabar las películas alquiladas en el videoclub en formato VHS. Yo accedí, como siempre suelo hacer, a instalarle todos sus aparatos con un augusto gesto de altruísmo y una radiante sonrisa.
Luego vino la cámara de vídeo y una serie de artilugios necesarios para poder registrar sus grabaciones domésticas en cintas VHS. A mí me gustaba 'trastear' con todos aquellos aparatos, conectarlos, hacer pruebas con ellos, etc. Mi vecino también lo pasaba bien viendo cómo yo jugueteaba con todas sus adquisiciones, en parte fascinado con mi dominio sobre todos ellos, pues la tecnología forma parte de mis quehaceres cotidianos y es de necesidad poseer cierta soltura en el manejo de ésta.
No fue necesario que transcurriese mucho tiempo desde aquel día para que mi vecino se presentase delante de mi puerta de nuevo para solicitar mi ayuda. ¿Qué nuevo artefacto habría adquirido mi vecino, adicto ya a los catálogos de las tiendas de electrónica de consumo? Esta vez era un grabador de DVD. Mi entrañable vecino quería ahora poder registrar sus grabaciones domésticas, sus programas de televisión favoritos y las películas del videoclub que más le gustaban con mayor calidad y en un formato que preservase prístina toda su videoteca.
No obstante, mi entusiasmo ya no era el de antaño, cuando pensaba en lo bonito que era ayudar al prójimo y disfrutar con éste de las bondades de los avances tecnológicos. Ahora ya empezaba a estar harto de que viniese este señor a pedirme que le conectase todos los nuevos aparatos que iba comprando a los que ya tenía. O si no se trataba de añadir un aparato nuevo a la colección, era porque quería una nueva configuración de los que ya tenía; el vídeo del salón mejor en el dormitorio, el DVD de la cocina en el baño, etc. Me había convertido en su 'pringao' particular.
De poco servía explicarle cómo se navegaba por los menúes de configuración o cómo debía conectar los aparatos. No es fácil explicarle eso a una persona a la que los tecnicismos se le quedan grandes. La creciente maraña de cables euroconectores, cables de audio, fibras ópticas, coaxiales y enchufes a la red eléctrica hacía cada vez más complicado encontrar la causa de que alguna de sus criaturas tecnológicas no funcionase según lo esperado. En alguna ocasión, me veía obligado a responder con un "eso que me pides es imposible de hacer", o un "pues no sé que es lo que falla aquí", o un "tal vez esté estropeado".
Y ahora, mientras me hallo sumido en la más terrible de mis pesadillas, cautivado por la abismal oscuridad del no saber cómo librarse de este calvario, un rayo de luz me ilumina y me ofrece la bien merecida recompensa a todo mi poco gratificado esfuerzo:
Convenceré a mi vecino para que se compre un ordenador.
Puede parecer una locura, lo admito, pero no por ello deja de ser un buen plan. Es cierto que me espera la peor de las maldiciones que le pueden caer a un tecnócrata, pero es por la consecución de un bien mayor. Tendré que lidiar con los cederrones de instalación de drivers, aplicaciones y demás suplicios que todo aquel medianamente experimentado usuario de ordenador bien conoce por padecimiento propio. Seguramente me pase tardes enteras en casa de mi vecino para explicarle paso a paso cómo se escriben documentos, cómo se visualizan fotos y vídeos, cómo se reproduce música, etc.
Pero todo ese sufrimiento es muy necesario para poder efectuar la segunda parte de mi plan, que consiste en convencer de nuevo a mi vecino para que contrate una ADSL de alta velocidad con router inalámbrico. Obviamente seré yo también quien tenga que configurarle la red y el router, que astutamente dejaré sin contraseña "para que mi vecino no se líe y le resulte más fácil conectarse" (sonrisa malvada).
A partir de ese momento, podré gozar de un acceso a Internet bastante rápido y sin pagar un duro. Confío en que desde mi casa se reciba con calidad la señal del router del vecino. Bueno, creo que me lo he ganado; son mis honorarios por ejercer de 'pringao'. ¡Salud!
Pensamientos de un Aventurero Cósmico.
domingo, 18 de junio de 2006
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