Pensamientos de un Aventurero Cósmico.

martes, 30 de enero de 2007

Fallen Angel (VI)

No existe personaje más ruin en este mundo que aquel que es prepotente y prejuicioso. Creyéndose en posesión de la verdad, esta persona tratará muchas veces con desdén a quienes le rodean; muchas veces difamando, otras tantas injuriando. Su actitud, atrevida por ignorancia, afirmará con contundencia y autoconvencimiento toda clase de sentencias no probadas. Y estas falacias pueden ser, sin embargo, muy perniciosas porque al ser emitidas en un tono convencido, no dubitativo, ganan crédito en las personas fácilmente susceptibles.

Presenciamos esto en lo cotidiano. Basta con escuchar las afirmaciones de personas próximas a nuestro entorno o con atender a alguna de las declaraciones de los políticos en la televisión, y observar como sin haber dado realmente razones de peso no le faltan seguidores.
La persona prejuiciosa se resguarda en su castillo de mentiras, erguido éste con las piedras del autoconvencimiento y la intolerancia.
También históricamente el prejuicio y la prepotencia han ocasionado muy atroces consecuencias, cuando por orden de algún dirigente déspota y loco se llevaban a cabo limpiezas étnicas o ideológicas: no hace falta dar fechas o lugares.

Es triste conocer a gente que muestra una actitud tan tremendamente asquerosa. No admiten otro punto de vista que no sea el suyo, sesgado éste por un sinfín de conclusiones obtenidas a partir de la nada, de la no observación, de los pareceres engendrados por el terrible miedo que tienen a todo lo que desconocen. Ésa es en realidad la semilla de todos sus prejuicios: el miedo a lo desconocido. La persona prejuiciosa se resguarda en su castillo de mentiras, erguido éste con las piedras del autoconvencimiento y la intolerancia. Tal cerrazón de mente no puede devenir en otra cosa que no sea una conducta despótica y prepotente, queriendo aplicar siempre su propio criterio antes de que un diferente punto de vista pueda desmoronar sus estúpidas creencias.

"Cuanto más vulgar e ignorante es el hombre, menos enigmático le parece el mundo; todo lo que existe y tal como existe le parece que se explica por sí solo, porque su inteligencia no ha rebasado aún la misión primitiva de servir a la voluntad en calidad de mediadora de motivos." (Arthur Schopenhauer)

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