Presenciamos esto en lo cotidiano. Basta con escuchar las afirmaciones de personas próximas a nuestro entorno o con atender a alguna de las declaraciones de los políticos en la televisión, y observar como sin haber dado realmente razones de peso no le faltan seguidores.
La persona prejuiciosa se resguarda en su castillo de mentiras, erguido éste con las piedras del autoconvencimiento y la intolerancia.
También históricamente el prejuicio y la prepotencia han ocasionado muy atroces consecuencias, cuando por orden de algún dirigente déspota y loco se llevaban a cabo limpiezas étnicas o ideológicas: no hace falta dar fechas o lugares.Es triste conocer a gente que muestra una actitud tan tremendamente asquerosa. No admiten otro punto de vista que no sea el suyo, sesgado éste por un sinfín de conclusiones obtenidas a partir de la nada, de la no observación, de los pareceres engendrados por el terrible miedo que tienen a todo lo que desconocen. Ésa es en realidad la semilla de todos sus prejuicios: el miedo a lo desconocido. La persona prejuiciosa se resguarda en su castillo de mentiras, erguido éste con las piedras del autoconvencimiento y la intolerancia. Tal cerrazón de mente no puede devenir en otra cosa que no sea una conducta despótica y prepotente, queriendo aplicar siempre su propio criterio antes de que un diferente punto de vista pueda desmoronar sus estúpidas creencias.
"Cuanto más vulgar e ignorante es el hombre, menos enigmático le parece el mundo; todo lo que existe y tal como existe le parece que se explica por sí solo, porque su inteligencia no ha rebasado aún la misión primitiva de servir a la voluntad en calidad de mediadora de motivos." (Arthur Schopenhauer)
No hay comentarios:
Publicar un comentario