Pensamientos de un Aventurero Cósmico.

martes, 11 de noviembre de 2008

Krieger

Krieger wie wir
Besiegen die Welt und verlier'n
(And One ― Krieger)

—¡Guerra!—, exclamaron generales de todas las naciones. Efectivamente, había estallado la guerra, el conflicto bélico inminente e inevitable eclosionaba por fin. No podía ser de otra forma; no en este mundo, no en esta vida. Guerreros somos, guerreros nacemos. Somos luchadores natos, es nuestra razón de ser. La vida es guerra y es la guerra lo que le da sentido a la vida. La lucha, la contienda.

Por ello es preciso cultivarse en el hermoso y noble arte de la guerra. ¡Siempre en guardia! Es nuestro deber y nuestra misión desarrollar una actitud marcial, para estar siempre atentos a cualquier ofensa y a cualquier oportunidad de ataque. Atención permanente; siempre ha de haber un par de ojos abiertos, un centinela que vele por nuestra seguridad.

¿Y por qué se lucha? Por la vida, por la propia existencia, tratando de que ésta se perpetúe por los siglos de los siglos. La guerra se origina como desafío de la vida a la propia vida y por la propia vida. Desde que se nace uno lucha contra las amenazas a su frágil vida, recién expuesta a un mundo frío, cruel y amenazante. Crece el individuo envuelto en disputas diversas, queriendo hacerse camino entre la gente que trata de aplastarle, luchando por su trocito de cielo. El reconocimiento personal se conquista. La subsistencia es una lucha constante. La procreación es también un severo conflicto bélico: la historia la escriben los vencedores y la historia evolutiva no está exenta de dicha suerte. Por ende, guerreros somos y nuestra batalla es nuestra propia vida.

Pero ríos de sangre corrieron veloces por la tierra, trazando sus angustiosos meandros entre montañas de cadáveres. La lucha de los guerreros, injustamente comandada por sanguinarios generales, devino en holocausto. La muerte de muchos por la ambición desmesurada de unos pocos. Todo por transformar el conflicto natural en una cuestión personal de adquisición de poder. Delirios de grandeza; liderazgo sin amor al liderado, sin respeto, sin devoción, sin consideración, sin gratitud.

Nuestra condición de luchadores natos, de guerreros fieles a nuestra causa, no pretende dirigirnos hacia nuestra propia aniquilación. No es su fin el de enfrentarnos. No quiere tan siquiera compararnos, decidiendo quién es mejor. Somos diferentes y luchamos por mantener nuestra diversidad, por tejer un tapiz histórico variado y colorista. Nuestra lucha es constructiva, no destructiva. Es hora ya de destituir a los viejos generales de la guerra cruda y mortífera para coronar a los príncipes de la nueva causa, unificada y diversa. ¡Que éstos elijan a los nuevos generales de la paz y de la concordia!

Seguiremos cultivándonos en el hermoso y noble arte de la guerra, por supuesto. Lo haremos mejor que nunca, para evitar el derramamiento de sangre innecesario e injustificado. Con suma elegancia y perfecto sincronismo se resuelve la contienda, sin ambigüedades ni malentendidos acerca del vencedor: ambos, en realidad. Toda agresión se purifica y renace convertida en algo bello, constructivo.

Y, sí, conquistaremos el mundo. Lo llenaremos de cosas bellas, resultantes de la transformación purificadora: nuestra lucha. Los ríos de sangre se secarán y las montañas de cadáveres desaparecerán, dando lugar a un nuevo paisaje de esperanzadoras vistas. Dominaremos a quien quiere dominar para su lucro egoísta, haciéndole ver que su perniciosa ambición carece totalmente de sentido. Así lucharemos. Y tras nuestra conquista maravillosa volveremos por fin al mundo que nos ha dado la vida para ser parte de él, en armonía, sintiendo con él, siendo él.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Noche de difuntos

Looking for a higher ground
Searching for this something missed before
From a higher ground
Will I fall in a right direction?
(Lacuna Coil - Closer)
31 de octubre, medianoche. La calle estaba desierta aquella noche. Hacía un frío terrible y el viento susurraba amenazante a través de calles y edificios. La luz de las farolas destruía el colorista paisaje urbano del día para sustituirlo por una postal dibujada en una gama monocroma de tonos cobrizos. Y yo en medio; en medio de nadie, en medio de la nada. Caminando solo en un desierto de ciudad; sin rumbo fijo, sin un lugar al que acudir.

Me limitaba a escapar. A escapar de todos los sitios en los que había estado, a escapar de mi anterior vida, de mi pasado. No sabía muy bien por qué lo hacía, pero esa era la mejor forma que conocía de mitigar el dolor, la angustia. A veces me mortificaba revisitando los recuerdos de una época pasada, agridulce, de luces y sombras. Sombras que me atormentaban, luces que afirmaban que había valido la pena todo lo vivido. Pero ahora era el momento de acabar con todo aquel sufrimiento.

Las horas de la noche avanzaban lentamente. Yo recorría la ciudad, de soportal en soportal, puerta a puerta, calle a calle, esquina a esquina, buscando por momentos cobijo del terrible frío de aquella noche. Encontré un lugar apacible, cubierto aunque ruinoso, en el que resguardarme de las inclemencias del tiempo. Era un lugar inhóspito, ¡pero era con creces lo más confortable que podría haber hallado aquella noche! Perdido en un laberinto de calles ajenas, desconocidas, era sin duda el mejor sitio. Allí me senté, en el suelo, esperando al amanecer. Y en la hora que lo precede —la más fría y oscura de la noche—, allí morí...

...para volver a nacer.

El sol emergió de entre las montañas del Este, dándome la bienvenida con sus primeros rayos. Sentí de nuevo como la sangre corría por mis venas, apresurada por vivir de nuevo, con intensidad. Me levanté del suelo y salí de aquel ruinoso lugar. Y caminé otra vez, toda la mañana; ahora sí tenía un destino claro: iba al encuentro de otras personas, personas maravillosas. No las conocía, pero las reconocería al instante por el brillo de su mirada, igual al de la mía en ese momento. Esbocé una sonrisa mientras caminaba con paso firme y decidido.

Y dejé atrás todo mi equipaje de preocupaciones, de recuerdos llenos de tristeza. Dejé atrás con ellos —supongo— a muchas personas queridas y conocidas. Lo siento, no puedo esperar. Que me sigan, si pueden, si quieren.

El sol brillaba en lo alto ahora, llenándome de energía con su calor dorado. Los colores de las cosas eran ahora vívidos y las calles se mostraban repletas de gente. Yo caminaba entre ellos, sin detenerme, sonriente. Mi corazón latía con fuerza.

jueves, 30 de octubre de 2008

El Cielo y el Infierno

El siguiente fragmento, perteneciente a un libro de P. Coelho, relata la experiencia de un hombre que junto con sus dos animales recibe súbitamente la muerte. Aún sin percatarse del cese de su propia vida, el hombre camina con sus dos compañeros por una senda y le acontece lo siguiente:
La carretera era muy larga, colina arriba, el sol era muy fuerte, estaban sudados y sedientos. En una curva del camino vieron un portal magnífico, todo de mármol, que conducía a una plaza con adoquines de oro, en el centro de la cual había una fuente que manaba agua cristalina. El caminante se dirigió al hombre que custodiaba la entrada.
—Buenos días.
—Buenos días —respondió el guardián.
—¿Cómo se llama este lugar tan bonito?
—Esto es el Cielo.
—Qué bien que hayamos llegado al Cielo, porque estamos sedientos.
—Usted puede entrar y beber tanta agua como quiera. —Y el guardián señaló la fuente.
—Pero mi caballo y mi perro también tienen sed...
—Lo siento mucho —dijo el guardián—. Pero aquí no se permite la entrada a los animales.
El hombre se llevó un gran disgusto, puesto que tenía muchísima sed, pero no pensaba beber solo; dio las gracias al guardián y siguió adelante. Después de caminar un buen rato cuesta arriba, exhaustos, llegaron a otro sitio, cuya entrada estaba marcada por una puertecita vieja que daba a un camino de tierra rodeado de árboles. A la sombra de uno de los árboles había un hombre echado, con la cabeza cubierta por un sombrero; posiblemente dormía.
—Buenos días —dijo el caminante.
El hombre respondió con un gesto de la cabeza.
—Tenemos mucha sed, yo, mi caballo y mi perro.
—Hay una fuente entre aquellas rocas —dijo el hombre, indicando el lugar—. Podéis beber tanta agua como queráis.
El hombre, el caballo y el perro fueron a la fuente y calmaron su sed.
El caminante volvió atrás para dar las gracias al hombre.
—Podéis volver siempre que queráis —le respondió.
—A propósito, ¿cómo se llama este lugar?
—Cielo.
—¿El Cielo? ¡Pero si el guardián del portal de mármol me ha dicho que aquello era el Cielo!
—Aquello no era el Cielo, era el Infierno.
El caminante quedó perplejo.
—¡Deberíais prohibir que utilicen vuestro nombre! ¡Esta información falsa debe de provocar grandes confusiones!
—¡De ninguna manera! En realidad, nos hacen un gran favor. Porque allí se quedan todos los que son capaces de abandonar a sus mejores amigos...

(P. Coelho — El Demonio y la señorita Prym)
Cielo e Infierno son dos conceptos ligados a una supuesta existencia más allá de la vida terrenal —o, simplemente, la vida—. Siempre se ha mostrado el Cielo como un lugar idílico al que las almas de las personas bondadosas van como recompensa. Por otra parte, el infierno se describe como un lugar horrendo, lleno de dolor y sufrimiento, al que se destinan las almas de las personas que cometieron maldades e injusticias.

Sin embargo, no es necesario esperar la llegada de la Muerte para ir a un sitio u otro. El mundo en el que vivimos puede tornarse cielo o infierno, a nuestra elección, de acuerdo con nuestras obras y decisiones. Depende de nosotros construir un cielo en el que la gente se ayude entre sí y de forma invariable ante cualquier circunstancia. También depende de nosotros que nuestro mundo se torne en un infierno cruel y desolador: haciendo prevalecer el interés personal ante el del colectivo, aún cuando se puede perjudicar seriamente a este último. Cielo o Infierno: es decisión nuestra, decisión de cada uno.

lunes, 27 de octubre de 2008

Pequeña

Pequeña, hoy tus lágrimas llegan a mí. Mojan mis manos como un aguacero de llanto, como una lluvia de pena y dolor. Tus lágrimas llegan a mí, pequeña, a pesar de que te encuentras muy lejos de aquí. No llores más, pequeña, porque pronto vas a ser feliz.

Sientes que tu vida pasa ahora por un callejón sin salida, un charco de lodo en el que te has hundido y te cuesta salir. Todo parece indicar que las cosas irán a peor, hasta que finalmente asumas y aceptes que es tu destino. Mas no es así. No llores más, pequeña, porque pronto vas a ser feliz.

¡Oh, pequeña mía! Yo te recuerdo aún llena de vitalidad y energía, ansiosa por descubrir mundo, por vivir nuevas experiencias. ¡Cuantas aventuras viviste! Al menos no puedes decir que no has aprovechado aquellos maravillosos días, y toda esa experiencia adquirida se rebelará pronto para liberarte de tu presidio. No llores más, pequeña, porque pronto vas a ser feliz.

Has elegido un camino menos apasionante. Ahora los días transcurren, uno tras otro, como copias de copias de copias. Rutina. Eso hace que te sientas vacía y te gustaría sentirte realizada. Tratas de escudarte en tu trabajo, siempre igual: copias de copias de copias. Tratas de hacer siempre las mismas cosas para distraerte en el fin de semana: copias de copias de copias. Tratas de convencerte, con copias de copias de copias, de que tu vida, al menos, está libre de sobresaltos — falso, por cierto. Puedes elegir eso y dormirte, ahogada en llantos, hasta el día de tu muerte. ¿Estás conforme con eso? No llores más, pequeña, porque pronto vas a ser feliz.

Siempre me dices que te sientes querida, que no faltará alguien que te adore a tu lado. ¿Y cómo es que hoy llueven lágrimas tuyas? ¿Dónde está tu incondicional amigo? ¿Qué pasó con tu media naranja? Están a tu lado, sí, apoyándote; pero no comprendiéndote. Les gustaría hacerlo; llegar a entender tu dolor, fruto de una pasión inalcanzable para ellos. No llores más, pequeña, porque pronto vas a ser feliz.

Toma de nuevo las riendas de tu vida, para luchar por lo que tú quieres, para abolir el conformismo. Niégate a ser lo que otros quieren que seas; sé tu misma, pequeña. Vuelve a ser como antes, libre y soñadora; siendo como antes pero viviendo el ahora. Avanza sin añoranzas del pasado, aprovechando ese legado de experiencia de tu época dorada. Pronúnciate en contra de un estilo de vida que se te ha impuesto, sutilmente, sin que tu lo quisieras, condenándote hasta el fin de tus días a sentir lo mismo de siempre: sentimientos enlatados. No es para eso para lo que tú estás viva, pequeña; no es para eso para lo que tú sientes. Quieres experimentar de nuevo, exponerte a la grandeza del mundo otra vez; y querer es poder, pequeña. Tú eliges. No llores más, pequeña, porque pronto vas a ser feliz.

Porque la misma confusión
Que sientes tú la siento yo
Yo me limito a seguir
La ley de mi corazón

(Amaral — Kamikaze)

martes, 21 de octubre de 2008

Sin identidad

Personas sin identidad, iguales todas; de espíritus vacíos e ilusiones muertas. No hacen más que vagar de un lado para otro, caminando en círculos y ensuciando todo lo que a su paso dejan atrás. Como babosas trazan lentamente un pegajoso rastro de inmundicia capaz de pudrir la vida y la esperanza de la tierra que pisan.

Huyen de sus orígenes, creyendo que allá donde van encontrarán la tierra prometida. ¡Mentira! Viven engañados, seducidos por el reluciente becerro de oro que alguien puso delante de sus vidriosas miradas.

Reniegan de su familia, de su aldea natal, de sus amigos y de sus amantes. Reniegan de todo aquello que alguien les dijo que debían rechazar por considerarlo burdo y vulgar, bruto, bárbaro. ¡Idiotas! Fe ciega hacia un demonio vestido de seda: ese es vuestro maldito pecado, vuestra maldita enfermedad.

¿Acaso no os han otorgado la vida aquellos a quienes ahora les dais la espalda? ¿No son ellos vuestros creadores, vuestros mentores, vuestros protectores, vuestros ángeles guardianes? Sin embargo de ellos escapáis y avanzáis inmutables, atontados, hacia una fachada de cartón piedra que pronto arderá. Y vosotros arderéis con ella.

Pero no hay porque compadecerse de estos zombies sin aliento, sin voz propia. Ellos avanzan contentos hacia su propia tortura, alentados por el autoengaño. Prosperidad, dijeron unos; futuro, otros anunciaron. Y escupieron en la mano de quien les entregó su amor, tachándolo de insensato e irresponsable. Así quemasteis en la hoguera a todos los románticos, acusándolos de una falta total de pragmatismo; así condenasteis a todos los bohemios, imputándoles cargos de terrorismo por cada verso, por cada poema, por cada canción. Vuestra caza de brujas justificasteis con la escala de valores que os han impuesto. Alienación.

Yo no me compadezco de vosotros. Tampoco os voy a odiar. Al contrario, celebro vuestra existencia; ridícula, por cierto. Doy gracias por vuestro convencimiento, por vuestra entrega a la causa ajena: ¡mi causa! Yo os manejo, yo os ordeno, yo os engaño; os hago reír, os hago llorar.

Y pasaréis delante mía con flamantes coches, vestiréis ropas de marca a la moda y veranearéis en lujosas propiedades en la costa. Me veréis con desprecio, por encima del hombro, sin sospechar que es a mí, en realidad, a quien correspondería ese absurdo capricho. Os compararéis entre vosotros para ver quién tiene más posesiones, quién es más rico. ¡Oh! ¡Vaya un pasatiempo estúpido! ¡Si ni siquiera tenéis identidad!

Y aquel a quien escupisteis en la mano cuando os la tendió para abrazaros, aquel a quien insultasteis, aquel a quien considerasteis inferior: ese será vuestro príncipe. Él tiene nombre propio, y una historia que contar. No ha sucumbido a los encantos de vuestro mundo de plástico. No ha dejado que vuestras normas amilanasen su espíritu. Camina firme, marcial, sabio y decidido a hacer lo que quiere hacer. Sabe qué es lo correcto; por eso reinará, siendo vosotros sus lacayos.

Y cada persona que le mire a los ojos sonriendo, demostrando con su mirada su pureza de espíritu, reinará con él. Compartirán su gobierno todos aquellos que han sabido elegir por ellos mismos qué hacer ante la adversidad.

lunes, 20 de octubre de 2008

Interludio

Hoy me desperté en medio de una nada inmensa; protegido de ella por una esfera de cristal, dentro de la que yo me encuentro. No puedo ver nada de lo que hay afuera porque el cristal está empañado por mis llantos.

Mi corazón llora por su cautiverio, por su soledad en medio de un desierto de tinieblas. Grita con fuerza para que lo liberen. Clama exasperado vivir nuevas experiencias.

Es hora de recobrar el esplendor de antaño, época dorada, y superar este momento de angustia, azul y triste. Esa época maravillosa que tanto añoro, de pasión desenfrenada y verdadera valentía, me brindó los momentos más bellos. Ahora eso ya pasó, pero es tiempo de aprender de todo aquello y aprovechar el conocimiento adquirido para lo que ha de venir. ¡Oh! Esa época en la que el amor y la pasión teñían de rojo amaranto mi cielo y mi horizonte; en la que la noche bendecía mi causa sagrada, mi misterio, arropándome con su manto de enigmática calma. Ahora todo eso debe servirme como referencia.

Claro que no debo obcecarme en el absurdo empeño de querer recrear lo vivido, bajo la creencia de que algún día aquello volverá. No, no me voy a engañar con eso, no voy a imitar lo vivido porque vivido está. Se trata de una época pasada e irrepetible. Las circunstancias han cambiado, pero la experiencia perdurará.

Esta época actual, triste y solitaria, bañada por un vacío de tinieblas, no es más que un interludio. Un pasaje transitorio, eso es todo. Esto solo es un descanso para recuperar la fuerza, las ganas de vivir. Luego me levantaré, secaré mis lágrimas y recuperaré la perspectiva perdida; el cristal se volverá totalmente transparente.

Es hora de elegir aquello que quiero ser, aquello que quiero vivir. Yo decido.

jueves, 2 de octubre de 2008

Eva

(Dedicado a todas las Evas que conozco. Cada una de ellas me ha aportado algo especial en esta vida, o la vida misma.)
6:30 winter morn
Snow keeps falling, silent dawn
A rose by any other name
Eva leaves her Swanbrook home
A kindest heart which always made
Me ashamed of my own
She walks alone but not without her name

Eva flies away
Dreams the world far away
In this cruel children's game
There's no friend to call her name
Eva sails away
Dreams the world far away
The Good in her will be my sunflower field

Mocked by man to depths of shame
Little girl with life ahead
For a memory of one kind word
She would stay among the beasts
Time for one more daring dream
Before her escape, edenbeam
We kill with her own loving heart

Eva flies away
Dreams the world far away
In this cruel children's game
There's no friend to call her name
Eva sails away
Dreams the world far away
The Good in her will be my sunflower field

(Nightwish - Eva)