Haciendo gala de un gran ingenio, recurrimos a una vieja máquina de escribir para recrear los disparos de ametralladora y a una serie de portazos para emular las bombas. Naturalmente, esto distaba mucho de ser lo suficientemente realista como para presentarlo en clase sin morirnos de vergüenza, pero contábamos con un increíble recurso: materiales de muy baja calidad.

Una última operación se hizo con aquellos sonidos. Era necesario pasar esa grabación a otra cinta para así juntarlo con los otros efectos de sonido que se utilizarían en la representación de la obra. El problema es que entre nuestros humildes recursos técnicos no se hallaba ningún aparato reproductor y grabador de casetes de doble pletina con el cual hacer la copia. De modo que lo que hicimos fue lo siguiente: acoplamos dos radiocasetes, situando el micrófono del aparato grabador lo más cerca posible del altavoz del que reproducía los sonidos. Durante el tiempo que duraba el proceso de réplica hacíamos esfuerzos inhumanos por no articular sonido alguno; permanecíamos inmóviles, casi no respirábamos. Rezábamos para que nada ni nadie irrumpiese en la habitación en la que estábamos. Finalmente lo conseguimos: habíamos logrado pasar los sonidos originales a esa segunda cinta, añadiendo de paso un poco más de distorsión.
Al escuchar la segunda grabación el efecto era todavía mejor, mucho más realista. Los disparos se oían con diferentes intensidades y con un sonido más opaco; más parecido a un disparo. El sonido de las bombas daba la sensación de que algo explotaba a lo lejos causando un estruendo propio del derrumbe de casas y edificios. Fantástico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario