Pensamientos de un Aventurero Cósmico.

lunes, 18 de febrero de 2008

A un ruiseñor

He aquí uno de los sonetos más bellos que conozco. Se titula «A un ruiseñor» y lo escribió José de Espronceda.
Canta en la noche, canta en la mañana,
ruiseñor, en el bosque tus amores
canta, que llorará cuando tú llores
el alba perlas en la flor temprana.

Teñido el cielo de amaranto y grana,
la brisa de la tarde entre las flores
suspirará también a los rigores
de tu amor triste y tu esperanza vana.

Y en la noche serena, al puro rayo
de la callada luna, tus cantares
los ecos sonarán del bosque umbrío:

Y vertiendo dulcísimo desmayo
cual bálsamo suave en mis pesares,
endulzará tu acento el llanto mío.

martes, 12 de febrero de 2008

Mundo loco

¿En qué maldito momento firmamos nuestra propia condena? Nuestras vidas se extinguen, inertes, estancadas en la linealidad de unos acontecimientos programados. Exangües, nuestros espíritus repiten hasta la saciedad los mantras de la rutina, hasta que llega nuestra hora fatal. Es una tragedia.

No hay lugar en esta vida de esclavitud y sufrimiento para un sentimiento, para una emoción. Este es un paisaje del que se han eliminado todos los colores vivos, quedando tan sólo el monótono gris del hormigón y del humo. Somos esclavos de nuestro progreso, mal conducido éste, llevado al dominio plutocrático como instrumento de subversión. Todo para los que se empeñan en frenar el cambio; la quintaesencia de la vida. Ya fuimos más libres de lo que ahora somos.

De pronto, todos nos vemos involucrados en absurdas reyertas tecnológicas y burocráticas. Todos debemos pasar por el aro, mientras el domador de circo —que opera desde posición privilegiada— nos engatusa con estúpidos señuelos: fetiches producidos por una sociedad excesivamente comercial y mercantilista. Somos el rebaño, unido por nuestros teléfonos móviles y páginas web. A todos, de repente, nos gusta lo mismo: ir de vacaciones a los mismos sitios, ver los mismos programas de televisión, leer las mismas cosas y escuchar la misma música. Alienación. Hemos perdido nuestro propio gusto, nuestra personalidad, nuestro criterio. Somos clones, máquinas; sin sentimientos, sin emociones. La vida consistía justamente en lo contrario: celebrar con júbilo el milagro de ser únicos e irreemplazables.

Una revolución tecnológica diferente es necesaria, una que esté al servicio de todas las personas y no de unos pocos privilegiados. Debe tener lugar para abolir por fin las diferencias de clase social, para garantizar una calidad de vida para todos, para defender la opinión y la dignidad de cada persona. Esa revolución tecnológica vela por la vida —en toda su esencia—, en lugar de amurallarla para mitigar su efecto perturbador e impredecible.

martes, 5 de febrero de 2008

Ad Mortem Festinamus

(A mi abuelo, q.e.p.d.)

Aún ahora me parece increíble. La noche pasada cantábamos, tocábamos, bailábamos con ritmo, disfrutando de la fiesta, ahogando las penas mundanas con música. Ese es el ritmo que yo llevo en la sangre, tu sangre; sin duda heredado de ti, compañero. Maestro. Pocas horas después fue cuando ocurrió; ese ritmo cesó para siempre en tu corazón. Nunca se sabe cuando la Dama de Negro vendrá para darnos su dulce beso eterno; por eso hay que divertirse hasta el final, sin fallar a la honradez y a la humildad.

Tu vida fue para mí ejemplar. Te recordaré siempre sonriente, como muestra de tu humor incansable; siempre alegre. Viviste plenamente hasta el final, a pesar de las limitaciones. Siempre optimista, a pesar de las complicaciones. Te guardo en mi corazón como referente, porque has triunfado en la vida sin causarle mal a nadie, porque eras amable con todo el mundo. Gracias por ser como eras. Todos te recordaremos con cariño. También con pena porque nos dejas, pero sobre todo te recordaremos con la máxima admiración.