
Yo me hallaba en el medio de toda esa gente, inmóvil, casi conteniendo la respiración. De repente, el círculo de personas que a mi alrededor danzaba comenzó a estrecharse, aproximándose a mí toda esa gente envuelta en disfraz. La simetría existente se rompió de pronto y la coreografía se volvió por un instante anárquica, y todas las miradas que se hallaban atrincheradas en sus respectivas máscaras buscaron la mía, que se hallaba desnuda entre todas aquellas que me transmitían un sentimiento inquisitivo, rapaz, desdeñado. Finalmente aquel encierro se disolvió, volviendo a estructurarse el baile original.
La música murió lentamente y los bailarines corrieron hacia las salidas de aquel lujoso salón, quedándome yo solo en medio de aquel impoluto y brillante pavimento. Las puertas se cerraron y el silenció dominó la estancia. No sabiendo muy bien que hacer, me dirigí a la puerta principal y cuando la abrí nada había afuera; solamente el vacío. Aquel extraño carnaval había terminado.
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