

Llegamos a Oslo a primera hora de la tarde y buscamos nuestro alojamiento. Dejamos allí nuestros bártulos y nos fuimos a explorar la ciudad. Comenzamos a caminar, callejero en mano, y llegamos a un curioso parque (Vigeland) lleno de figuras sumamente eróticas, obscenas, sugerentes. Cientos de ellas. Vimos también el Palacio Real, algunas embajadas y otros edificios emblemáticos. Al final de la tarde, reparamos en que habíamos recorrido gran parte de la ciudad; Oslo no es una ciudad muy grande.
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