De nuevo éramos las cuatro personas de origen. Volamos ese día desde Oslo hasta Hahn (Alemania), lugar en el que ya habíamos estado antes. Nuevamente nos tocaba una larga espera para tomar el siguiente vuelo, y como en ese lugar —prácticamente rural— no hay muchas diversiones para un grupo de aventureros como el nuestro, decidimos de nuevo movilizarnos.

Ir a Saarbrücken supuso el mayor reto de los experimentados durante el viaje, debido a las diferencias idiomáticas. Por ser zona fronteriza con Francia, la gente de esa zona apenas habla el inglés. Tuvimos que defendernos con las cuatro palabras de alemán y las otras tantas de francés que conocíamos. Pero llegamos, y todo salió a pedir de boca. Además, ya en el lugar, contábamos con la ayuda de nuestro amigo, quien hablaba con soltura el alemán.
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